En la gloriosa escuela Centenario, la universidad de la Plaza Arica, José Coloma Tiznado, allendista como mi abuelo negro, nos llevaba por San Martín rumbo al Cementerio Nº 1, desfilando una semana antes del 21 de mayo. Ni gallardos ni marciales, con nuestros jeans Rocky Kansas o Pecos Bill, y con camisas de franela adquiridas en La Yolanda, marchábamos al ritmo de un singular grito que el chico Coloma inventó. Traducido en palabras era algo así como: “Ricty, ricty, ricate, ricate, usa, usa, jay”. No había bandas de guerra ni nada parecido. A la hora del pan de leche, nos decían que fuimos la escuela que mejor había desfilado. Hablo de los años 60.
Arraigada en la tradición iquiqueña, las brigadas premilitares eran el paso previo para llegar a la milicia. La “Hernán Trizano”, la “Carlos Condell” y “Los Cóndores” acaparaban la atención de los jóvenes que veían en esas instituciones una forma de llenar sus espacios libres. Otros lo hacían en los bomberos, los clubes deportivos, etc. Eran los tiempos en que la democracia aún no se quebraba. Para el 21 de mayo, el Don Bosco fue el primero en estrenar una banda de guerra con tambor mayor, paso de parada y todo el ritual que le acompaña. (¿Quién fue el primer guaripola estudiantil? Si lo sabe ¡Llame ya! al 394285) El Liceo de Hombres le siguió los pasos. Del 74 hasta la actualidad, desfilar el día domingo se constituyó en un hábito. Y esto no era inocente: era un modo de apoyar simbólicamente al gobierno militar. El año 78, y alguien que me corrija, Jorge Iturra Peña, desde la Universidad del Norte, hizo desfilar a unos gaiteros. El flaco Raúl Sáez, hizo sonar estos instrumentos como si fuera gallego.
Lo cierto, nos guste o no, las bandas ya son parte de nuestro paisaje. El tema está en que lamentablemente se agotan y reduce en una sola manifestación. Lo que hace falta es dotarlas de más instrumentos para así diversificar sus propuestas musicales. Recrear en base a su diversificación las retretas que en antaño se hacían en las plazas populares. Muchos de ellos, tocan en la fiesta de La Tirana. Tienen, pues una formación musical que los profesores debieran aprovechar. Que marchen, pero que también entretengan a lo largo del calendario.
No me agrada la militarización de estas bandas. Creo que no corresponde pedirle permiso a la Seremi para iniciar el desfile, etc. Lo que si creo, es que las bandas son una forma de llenar el espacio libre de los jóvenes. Un festival de bandas en Enero, a lo mejor, sería una muy buena idea para aumentar la oferta turística de la ciudad, y con ello, aprovechar esos talentos juveniles. Y de paso decirle con música el típico “No, a la Droga”.