Indagando en nuestra multiculturalidad que tiene una larga historia, me preguntaba sobre la magnitud de la presencia judía en el Norte Grande. Al parecer no fue masiva y sus huellas, en la actualidad son escasas. Bien sabemos que por diversas razones, los judíos debieron abandonar, no siempre a su voluntad, los territorios donde se asentaron. No sabemos además si en esta ciudad hubo antisemitismo organizado, lo que si sabemos es que la bandera nazi se enarboló en el centro de la ciudad. De ñiños repetíamos chistes inocentes pero tremendamente violentos.

En el imaginario citadino el nombre de Jacobo Levy, me aparecía más de una vez. En uno de mis tantos recorridos por el Cementerio 3, de sorpresa me encuentro con el nicho de Jacobo Levy Contanti. Murió el 21 de agosto de 1951, a los 99 años, y su lápida la financiaron los lectores del diario El Tarapacá. ¿Quién era este judio? Nació en Ginebra, el año 1852, al suicidarse su padre se vino al Nuevo Mundo, arribó a Buenos Aires y de ahí, atraído por la riqueza del salitre, llega a Iquique para luego instalarse en Negreiros. Se afirma que aquí amasó una gran fortuna. Osvaldo Guerra, el gran columnista de El Tarapacá, escribe una crónica sobre el personaje. Me basó en ella. Lo define como una “figura pintoresca y popular”. Tanto Guillermo Ross-Murray como Domingo Sacco, coinciden en esta afirmación. Este último dice haberlo visto con un carretón de mano vendiendo libros por la calles de Iquique. El poeta ya nombrado afirma que cuando se le quema su librería de Tarapacá casi al llegar a Vívar, pedía que salvaran su colchón. La leyenda dice que ahí estaba su fortuna. Este siniestro fue el 26 de enero de 1941. De allí se instaló en el Mercado Municipal. La pobreza lo acompañó hasta el día de su muerte. Vender libros, le servía no sólo para sobrevivir, sino para continuar con la costumbre de los judíos instruidos que leían el Pentateuco.

Don Jacobo Levy, termina sus días en el Asilo de Ancianos convirtiéndose al cristianismo. El alcalde don Pedro Muga le regaló el nicho en el cementerio 3, a perpetuidad.

Publicado en La Estrella de Iquique, el 20 de septiembre de 2015, página 13