7 de mayo de 1953.
El Pipí Carreño
Un amigo iquiqueño que se ausentó del puerto cuando apenas tenía 14 años, me comentaba, mientras caminábamos por la calle Baquedano, entre líneas férreas y jardineras sin árboles, que le daba pena ver a Deportes Iquique en el estado actual. Comentábamos que la última gran hazaña de este Iquique, fue la obtención del Campeonato de la Polla Gol, en el año 80, del siglo pasado. “Fueron los últimos guapos que nos hicieron recordar a los iquiqueños campeones de Chile del 43 y del 47, por sólo nombrar dos equipos”, pensé, mientras eludíamos cables acostados sobre el asfalto. El llamado “León del Bajo” que ejerció soberanía en Temuco una tarde de lluvia, y que se tradujo en una estrella más de este cielo esencialmente celeste, parece reencarnarse en la figura de Jaime “Pipí” Carreño. Este morrino se ganó el enojo de los árbitros nacionales, y de jugadores como Pellegrini y el paraguayo Ashwel, sólo atinaron a rendírsele. Fue criado en la cancha del regimiento Salvo entre otras “polvorientas” canchas como afirmó el cronista Raúl Duarte, del Morro, también.
El Pipí, simboliza mejor que nadie el orgullo iquiqueño. Junto a otros que la historia del puerto, a veces olvida, Jaime Carreño, representa una sensibilidad y espíritu amateur que cuesta encontrar. No es fácil, en época de mercantilismo, seguir creyendo en la tradición y en todo aquello que alguna vez nos hiciera brillar en el deporte mundial. El Tani y Arturo Godoy, nuestros principales iconos parecen revivir en este hombre fuerte, con corazón de león. De haber nacido en la Edad Media, tal vez hubiese sido Robín Hood, en el oeste norteamericano hubiera desenfundado sus armas en defensa del honor del pueblo recién fundado.
Iquique no sólo le debe su trabajo, sino que también le debe una reverencia a su labor. Lo del Pipí es el fútbol, y a éste sólo lo entiende vestido de celeste. Amigos de sus amigos (me precio de recibir su saludo en las calles de este Iquique, donde cada vez cuesta más escuchar un “Avísale”), y en mangas de camisa (en pleno invierno local, cada vez más crudo), camina seguro por las calles que saben de su oficio y de su pasión.
La gente como Jaime Carreño, moldeado con la sal y la brisa marina, alfabetizado con la revista Estadio y criado con el respeto a los fundadores de la “Tierra de Campeones”, no anda pidiendo gracias de nadie, ni menos aún complacencia ni gestos afirmativos. Sabe que lo suyo, pertenece a un Iquique que sólo existe en los irreductibles que nos enojamos cuando nuestro nombre, el de la ciudad, anda de boca en boca, sobre todo del centralismo. Carreño expresa un estilo de vida que se caracterizó por el hablar franco, la mirada a los ojos y la expulsión de la palabra envidia de nuestra gramática y caligrafía. Como paradoja, los ariqueños, nuestros eternos rivales te tienden la mano, y no sólo eso, te pagaran además el sueldo, puntualmente.
Publicado el 14 de julio de 2002 en La Estrella de Iquique, página A- 11