Torres, Jaime

A fines de los años sesenta, cursaba octavo año en el viejo liceo de madera de la calle Baquedano, en el Consejo de Curso, por supuesto que era lunes, me quedó grabada la sonoridad de la palabra hincapié. El que la pronunció como quien dice pan, era mi profesor jefe, Jaime Torres Lemus. Me impresionó la dicción y la solemnidad del maestro.

En los años 80 empecé a seguir la obra de este normalista que hizo clases en la oficina Victoria y en Iquique. Ya en los años 50, junto a su compañera Cecilia, articularon buena parte de la gestión teatral de esta ciudad que izaba banderas negras. Revisando la prensa de esa época, me encuentro con sus columnas. Escribe junto a Jaime Lam de folklore, y bajo su firma aparecen comentarios de teatro. Ionesco es el más frecuente de los autores que cita.

En tiempo de dictadura, a pesar de tanto viento en contra, sigue en la actividad teatral. Se une a la compañía de Vera-Pinto y lo volvemos a aplaudir. Pero Jaime siempre tiene ganas de aprender. Es así como participa en un taller de mimos que dicta Mauricio Celedón y que organiza el Crear. Años antes en la Upech, en su local de la calle Vivar o bien en la Liga de Estudiantes, motiva a los jóvenes rebeldes de este tiempo a que hagan teatro. Se presentó en los barrios y fue uno de los primeros en atreverse a montar la matanza en la Escuela Santa María.

Jaime Torres es una figura insoslayable en el teatro del norte grande. A él y Cecilia le debemos más de lo que imaginamos. Una matrimonio que hizo de su casa de la calle Ramírez, una especie de faro. «Ahí vive Jaime Torres» nos decían y al escuchar su nombre, bajábamos la voz.

Publicado en La Estrella de Iquique, el 29 de septiembre de 2013.