Para Juan López, Cavancha era una especie de Macondo. Un territorio en la que se crió, mal crió, velaron y despidieron al cementerio. Allí en la península, donde cada día hay menos cavanchinos y las calles son más ajenas, el gordo, así le decíamos y era por razones obvias, compartió sus amores entre el club deportivo y el baile Los Morenos. Pero para mi, era más devoto que futbolero. Devoto de pies a cabeza de su China, no vaciló en irla a saludar. Bajó de La Tirana y no regresó más al mundo de los profanos, el de todos los días. Los próximos 16 de julio ya no serán los mismo. A los morenos de Cavancha le faltará no sólo, un músico, sino que buena parte de su alma.  La Tirana chica de hoy, será un poco más chica.

 Su hija baila en las Cuyacas y en los Morenos sus hijos. Por lo mismo en su corazón la religiosidad popular vivió de un modo intenso. Y de ahí al folklore un paso corto. Estuvo en el Magisterio y luego en el Huara-Huara.
Se hizo profesor en la Universidad del Norte. De sus horas libres fueron surgiendo tropas de laquitas por doquier. Cada zampoña al sonar parece pronunciar el nombre de este gordo que siempre fue de izquierda. Buscaba en el folklore la pureza, la riqueza y la esencia, como quien busca   la fuente de la eterna juventud. Murió en ese intento.  Los hijos de Huarasiña han quedado sin padre.

 
Nos encontrábamos en la vieja escuela Centenario o bien las reuniones del Consejo de la Cultura y las Artes. Antes me ví beneficiado por su generosidad al prestarme viejas fotos de Cavancha que, con atraso, devolví. En la Universidad Arturo Prat, le publicamos, el año 1997, una historia del baile moreno de Cavancha. Meses atrás en Copiapó, por un par de días, ya echaba de menos su casa, su barrio y este puerto, tan irreconocible a veces.  El carisma de este normalista era evidente. Congregaba a chicos y grandes, y  su lado su querida Yenny. Como diría Silvio “siempre a la sombra, pero llenando un espacio vital”.

 Andrés Sabella al escribir sobre el Juan López de Antofagasta, lo hizo también pensando en el nuestro. Leemos:  “Juan López -el Chango-/ mojó su corazón en estas olas/                       que el viento deshoja. El viejo poeta antofagastino, muerto en Iquique,  le prestará estos versos para su epitafio.

Publicado en La Estrella de Iquique, el 25 de julio de 2010. Página A-9