La crisis del salitre hace que mucho de los nuestros emigren a tierras extrañas. Entre ello Juan Ostoic que integra la selección chilena del año 48 junto a Eduardo Cordero y Juan José Gallo.

Los triunfos de Juanito como se le conoce son tan largos como su geografía. Indicarlo aquí sería como mucho. Pero hay que resaltar eso si su capacidad para pensar este deporte. Juan es un intelectual del básquetbol. Tiene la explicación precisa para entender porque el básquetbol iquiqueño en los años 40 decayó, en términos de los dibujos tácticos.

Siendo esta ciudad una ciudad llena de defectos, tiene uno que es capital:  su falta de memoria. Es su capacidad de cultivar la desmemoria.

El año 58 fue elegido como el mejor pivote de Chile. Con el número 10 en el pecho, con unos bigotes de la que aún quedan rastros, con una sonrisa pintada por el orgullo, Juan Ostoic nos representa a donde quiera que vaya.

A mi en lo personal, cuando conozco en vivo a la gente que tanto ha hecho por Iquique, a quien admito y quiero, aunque haya jugado por el Chung Hwa, me brota esa identidad que hombre como Juan Ostoic tanto ayudaron.

A él le debemos mucho de lo que somos. Y los actos como el de hoy, ayudan en algo a encontrar esas raíces deportivas que hemos extraviado.

Esas raíces que hicieron posible que este árbol-pivote con el número diez, en el pecho crecido como el más solemne de los tamarugos de Huara y regado por la escasa agua que en esos tiempos había en Iquique, se convirtiera en uno de los mejores embajadores de la Tierra de Campeones, espera que su ejemplo seguido por el Negro Pardo,  por Hernán Low, y ahora por la Massiel Mondaca, por Schenoni y por los otros por venir,  pueda de nuevo, ubicarnos en el lugar donde siempre debimos estar, o sea en el  campeonismo.

Texto escrito con ocasión del homenaje que el Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad Arturo Prat realizó a Juan Ostoic, el día 26 de noviembre de 2003.