Hoy domingo debiéramos estar en el Mercado Municipal, en fiesta, participando de la quema de Judas. Y no podemos ir. No sólo por el Covid 19, sino por que se ha dejado de organizar. Hay tradiciones que mueren, que no resisten el paso del tiempo, sobre todo de estos tiempos. La tradición oral nos dice que esta fiesta la trajo desde Valparaíso don Jorge Muñoz, y la realizaba en el frontis de su negocio “Mi casa” ubicado en Juan Martínez con Zegers. Se realizaban concursos y juegos populares. Los premios eran chanchos, pollos, gallinas, pollos. Como nos dijo un viejo amigo “eran premios vivos”.
Con el tiempo se quemaba al mono en el mercado o bien en el matadero. En una ocasión, en el año 2007, se hizo en la plaza Arica. La organizaba la Corporación “Hijos de Iquique”, liderados por Fernando Sanhueza y Andrés Daniels, entre otros. Se confeccionaba en los talleres municipales. El artesano que le daba vida era conocido como el Comandante Peluca. Se le llenaba de monedas en su interior. El pueblo quemaba al traidor y mientras se consumía, las monedas caían al suelo, ardiendo. Todo un simbolismo. En el pueblo de Macaya cuya Semana Santa es una de las más bellas que he visto, muy parecida a las de España, también se pasa por el fuego a Judas.
Nadie bautiza a su hijo como Judas. Un amigo le puso Judas a su perro, era por cierto, un perro negro. Doble estigma. Una larga canción de Quelentaro, el dúo de los hermanos Guzman de Angol, le ofrece redención a este personaje. Le propone que traicione a la élite, a los corruptos, y así y de ese modo, obtendrá el perdón de los seres humanos. Y los hombres podrán llamarse Judas, como quien se llama Pedro o Pablo. Un grupo de rock pesado se llama Judas Priest.
La figura que se quemaba según viejas fotografías se presentaba de civil, con sombrero. En las últimas aparece como el apóstol de la última cena. Si la traición tiene un nombre, ese es Judas.
Publicado en La Estrella de Iquique, el 4 de abril de 2021, página 11.