Las palabras evocan y crean realidades. No digo nada nuevo con lo anterior. Sirven también para contextualizar ambientes, situaciones, épocas. El uso de ciertos conceptos denuncian al hablante o al escribiente. Una de ellas, la palabra julepe. Casi no se usa. Y quien la usa, le pone comillas como dando explicaciones.

En nuestra infancia la palabra julepe era vital. Y con ella decíamos miedo, temor. Su reverso era la osadía. Ambas se conjugaban. Desde ir a la búsqueda de la brillantina a las cuevas del cerro que nos vigila, pasando por jugar en el cementerio Nº 1, hasta nadar más allá de los corchos. La palabra julepe presente la escondíamos fingiendo coraje que como decía Borges, también envicia.

El julepe, así como suena, servía para ocultar el miedo. No es lo mismo decir me dio julepe, a afirmar tengo miedo. Esta palabra tiene varios significados, pero en América Meridional, significa lo que venimos diciendo. No tiene un bello sonido, pero en la calle adquiere toda su resonancia. Se traspiraba de puro julepe. Me gusta como suena. Lo asocio al jeme. Otra palabra que parece caer en desuso, pero de una gran utilidad ya que era la unidad de medida en los juego de las bolitas o canicas. Señala la distancia entre el pulgar y el índice extendido. Al desaparecer los juegos de la calles o del patio de la escuela, la palabra perdió su eficacia.

No era fácil reconocer que uno estaba invadido por el julepe. El código de la masculinidad del barrio no lo permitía. Por lo mismo uno admiraba a los que decían conocer la palabra, pero no la sensación. Aparentaban no tener miedo. Eran los primeros en subir el cerro o en bañarse en esas bravas pozas de Punta Negra. O tirarse un piquero en la llamada Poza de los Gringos. MIguel “Chico” Pinto me dice que en Pisagua, a uno le pusieron como sobrenombre “El Julepe”.

Habría que redactar un diccionario de esos años, de la infancia y de la nostalgia. Con palabras como las ya indicadas y esas otras que hemos olvidado. Catre, pupo, paltó, palo poste, descuerpo, tocuyo, y muchas otras que nuestros padres usaron para nombrar, describir y explicar  su mundo. Un mundo local, con referencias concretas y palpables. Raro sería encontrar que un adolescente de hoy día, use esa palabra. Le daría julepe.

Publicado en La Estrella de iquique, el 25 de marzo de 2012, página 19