El mundo de las letras celebra los 80 años de Gabriel García Márquez. El autor de entre otras novelas como “El Otoño del Patriarca”  cambió la forma de narrar la vida en América latina. Como él mismo lo ha dicho, cuando escribió “Cien años de soledad” lo hizo inspirándose en su abuela. Ella contaba historias en la que la ficción y la realidad se confundían.  Relatos en la que la temporalidad desaparecía por encanto. Y si había una referencia ésta se ligaba a eventos particulares o familiares: “Fue cuando tu abuelo te llevó al circo por primera vez”.

El colombiano diría después que el concepto de realidad que nos enseñan en la escuela, proveniente de la modernidad, no servía para dar cuenta de las sociedades de esta parte del mundo.  Los sueños, los aparecidos, los fantasmas, son parte de nuestra vida cotidiana.  Lo que hizo el premio Nobel, fue transcribir lo que el sentido común latino-americano sabe muy bien: las cosas no son lo que parecen.

La novela que al igual que la poesía provienen del mito, ambos hallan en los relatos épicos y fundacionales su razón de ser. “Cien años de Soledad” es una especie de narrativa cosmogónica de nuestra forma de ser. Macondo, y esto ha sido muchas veces dicho, no es más que la síntesis de este continente.  El gitano Melquíades, el judío errante, los arrebatos de los Buendía (“Apártense vacas que la vida es corta”), son personajes del cotidiano, del día a día. Están en nuestras calles. Caminan por el Mercado Municipal.  Ursula, la abuela, dice en tono casi profético: “Las cosas tiene su ánima, es cuestión de encontrarla”. Todas nuestras abuelas se reencarnan en Ursula Iguarán.

Las claves identitarias de nuestros países, se hallan  sintetizadas en esa novela que nos cambió la forma de leer. Los desbordes de nuestras vidas, el carácter carnavalesco de nuestra forma de ser, el pesimismo, el machismo, el espíritu belicoso, el nacionalismo exagerado, la peste del olvido, las guerras civiles entre liberales y conservadores, las matanzas,  entre otras tantas características son bien representadas en esa novela, en la que el tiempo mítico y el histórico se dan la mano.

La obra de este colombiano se inscribe además en el intento por recobrar dos temas ausentes en mucha de la tradición literaria de este continente, la oralidad y la centralidad de la mujer.  Macondo, en tanto metáfora de América Latina, es un mundo construido en base a la palabra hablada. Y  son las mujeres las que de mejor forma producen y administran este conocimiento. De allí la importancia de la abuela. De allí que Ursula asome como el pivote sobre la que se edifica este relato.

El relato oral se mueve en otra lógica. No descarta la casualidad y  no cuestiona aquello que no puede ser probado ni demostrado.  Es un saber distinto al saber ilustrado y oficial de las elites. Gracias al relato ora, sin ir más lejos, la matanza de la Escuela Santa María pudo vencer al olvido.

“Cien años de soledad” cambió nuestra forma de leer y de escribir.

Publicado en La Estrella de Iquique, el 11 de marzo de 2007. Página A-11 volver a Indice de temas: BAZAR