Pelé y Maradona representan la danza del cuerpo, el lenguaje del cuerpo, el pensamiento del cuerpo. En el fútbol representado por ambos desaparece la dicotomía cuerpo/mente tan cara a Descartes y a otros. A veces el cuerpo logran superar las barreras de la razón y entonces e pase va al vacío donde una pierna aliada hará el gol. O como dijo el comentarista-literato, cuando Maradona vence a Grecia con ese gol pitagórico, em el mundial de los Estados Unidos, es el cuerpo que logra hablar por si solo.

La lucha de Havelange contra Maradona es  la lucha de la burocracia-mental sobre la magia corporal del argentino. Es la lucha de los reglamentos de la modernidad contra la magia y la estética de la postmodernidad simbolizada en el pibe que salió de la miseria a la fama y que no supo administrarla. Maradona no es ejemplo para nadie… sobre todo para los que viven atados a los reglamentos y quieren hacer del fútbol una mercancía de consumo. 

Me temo Diego Armando que  estás convirtiéndote en tu propia caricatura. Bien sabes cuanto te admiro y cuanto sufro por ti. Gozan, eso si, los estigmatizadores de siempre, los sacerdotes del balompié que jamás han conocido la felicidad, y en consecuencia, tampoco el dolor.

Me temo Diego Armando que  Dios se olvidó que es argentino. De otro modo no me explico tanta miseria. La mano de Dios, esa metáfora para explicar el ingenio sudamericano, parece que te apretara el cuello.

Repasando uno a uno tus goles, tus pases y tus gambetas, observando como amasabas la de cuero, como te desdoblabas a pesar de tu tosca geografía, como eludías la barbarie de huesos,  que ante tanta belleza sólo atinaban al garrotazo, me cuesta entender el nubarrón de tu mirada, tratando de creer en algo. Comediante en la cancha, trágico fuera de ella.  Así eres.

El Che tatuado en tu brazo como queriendo hacerte cómplice de ese otro trágico que cayó en Bolivia.  Después de todo el Che y tú  parecen hermanos.

Aunque no lo creas, la mano de Dios aún está contigo. Esperamos esa gambeta para que abandones a la Diosa Blanca, como esa tarde en que dejaste pagando a los ingleses y convertiste el gol más hermoso de la historia.

Después de todo, Maradona debe cantar con Joan Manuel Serrat: “soy cantor soy embustero, me gusta el juego y el vino, tengo alma de marinero, qué le voy a hacer si yo nací el mediterráneo”.