Dentro de las festividades religiosas de los aymaras de la Primera Región, la fiesta patronal o de la comunidad es una de las más importantes. Se realiza cada año y es en honor al santo patrono que cada pueblo tiene. Por lo general la fiesta dura entre 7 a 9 días y es el momento que tiene la población, que ha estado dispersa, para reencontrarse con sus amigos y parientes.
La fiesta es dirigida por el alférez y el mayordomo quienes son los responsables del éxito o fracaso de ella. Estas dos personas son elegidas por toda la comunidad con un año de anticipación y son escogidas al finalizar la fiesta.
Esta actividad se realiza en los pueblos centrales. A la fiesta de Cariquima, por ejemplo, que se realiza cada 25 de noviembre en honor a San Juan, concurren todos los pueblos o ayllus de los alrededores. Son de Chijo, Quebe, Ancuaque, Ancovinto, Panavinto, Chullucane, Huaytane y Villablanca, todos los habitantes de estos pueblos se llaman a si mismos “cariquimas”. Llegan con sus bandas para darle a la fiesta el esplendor que se merece.
La fiesta en si, aparte de su valor religioso, es la instancia que permite la unidad de los campesinos, donde se estrechan los lazos afectivos de éstos con su sociedad, a la vez que refirman la fe en su cultura y en el futuro de ésta.
En la fiesta patronal de la cordillera se entrecruzan las variables económicas, políticas y religiosas de la sociedad aymara. Cada fiesta es un espacio para intercambiar productos, para iniciar nuevas relaciones de parentesco (matrimonios, bautizos, etc) y para reafirmar su apoyo en la autoridad tradicional, el cacique.
La fiesta religiosa como la descrita es el momento culminante de la vida social de la cultura aymara, en el tiempo y en el espacio preciso donde la sociedad andina se encuentra a si misma. En ella se formula un compromiso con su tradición y con su futuro
Publicado en La Estrella de Iquique, el 17 de octubre de 1981, página 4