La ciudad es un montón de bolsas blancas y negras botadas en las calles. O en el mejor de los casos, colgadas en un poste o en los abarrotados canastos. La ciudad huele mal. Huele a ese olor tan típico de los basurales. Este mes y el que pasó serán recordado por la basura esparcidas a lo largo y ancho de nuestras calles. Los perros y los roedores, aunque no es agosto, igual se han hecho su mes. Lo peor es que el calor parece ensañarse con esta ciudad que tanto queremos.
La calle Obispo Labbé, llamada Tacna en los tiempos del Perú, sigue con la basura esperando. El calor y los perros hace el resto. Y como si esto fuera poco, va quedando ese olor tan penetrante de los desechos. Ojalá llueva chanel aunque no sea el number five.
Buena parte de la culpa la tenemos nosotros. Los ciudadanos que transformados en consumidores nos quedamos en casa, esperando que el mercado haga su trabajo. Ya se fueron aquellos años en que el servicio era municipal. Y que los “basureros” como cariñosamente le decíamos, tenían su dignidad asegurada. “Perico” Espinoza era uno de ellos. Entonces el Estado hacía su trabajo. Las bolsas de basuras no tenían precio. Los trabajadores tampoco. Ahora que todo se licita, hasta el orgullo y la dignidad, la basura nos amenaza con desatar una epidemia de marca mayor. Y nadie reclama. Y eso es lo curioso. Al parecer la basura no es un tema político. Al parecer la salud no es un tema central. Los ciudadanos estamos en la casa, hediondos y hastiados, esperando que la “mano invisible del mercado” haga su trabajo. Nadie ha puesto un recurso de protección. Después de todo pagamos por el servicio. Alguien no está cumpliendo su trabajo. ¿Qué dirá el Sernac? ¿Qué dice el seremi de Salud? ¿Dónde están los parlamentarios? Pero ¿dónde estamos nosotros, los ciudadanos que de vez en cuando, por no decir siempre, se nos mete el dedo en la boca?
Este año empezó mal. Muy mal. El centro fundacional de la ciudad se nos cae de a poco. Se nos acabó “La Confianza” y lo que quedaba del Círculo Italiano. Al decir verdad hace tiempo que se nos acabó la confianza. Nos queda “Las Dos Estrellas”, “La Liguria”, “La Riviera”, “Solana”, “Los Tres Montes” y “El Bazar Obrero”. Todo lo demás son carnicerías, farmacias y apuestas de caballos. Y bastantes negocios de hot-dog, alías completos. Y muchos, muchos vendedores ambulantes.
Una ciudad que lucha por estar en el mapa turístico del país, no puede darse el lujo de ofrecer el espectáculo que está dando. A estas alturas ya nadie nos nombra en los panoramas turístico del país. Es cierto, hay centralismo, pero también es verdad que siempre damos argumentos para que nos ignoren. ¿A quién se le ocurre construir un parque en pleno verano?
¿Por qué la autoridad regional no diseñó un plan de emergencia para extraer la basura? Por menos, muchos menos, me decía un amigo médico, se han clausurado pesqueras, se suspendió la fiesta de La Tirana. ¿Por qué no pedirle a las fuerzas armadas, personal y camiones para hacerlo? ¿Dónde están las llamadas fuerzas vivas que siempre alegan contra esto y aquello? Iquique es una gran vertedero con vista al mar.
Perdida la confianza, la tienda y el valor, más que nuevas autoridades lo que vamos a precisar, con tanta basura, no son nuevos representantes del tipo que sean, necesitamos señores, contratar al flautista de Hamelín. A licitar señores y señoras.
Publicado en La Estrella de Iquique, el 7 de enero de 2009. A- 11