Medio en broma, medio en serio, por allá en los 90, empezamos a balbucear esta palabra. Buscábamos algo que no fuera tan excluyente como chovinismo ni tan académico como identidad. Recordar que esa década fue la de la identidad, y que la que la antecedió echó a tierra fértil las primeras semillas. Y antes, mucho antes, se hablaba de la Tierra de Campeones, y en esa expresión, se resumía casi todo. En consecuencia, no habíamos inventado nada, excepto esa palabra.
La paradoja es que descubrimos que somos de acá, cuando no estamos acá. Ya sea por voluntad propia o por la fuerza, pienso en el exilio, por ejemplo. En los años 50, obligados a estudiar en universidades santiaguinas o de más al sur, se las arreglaron los mayores para guarecerse de la lluvia, acostumbrado a la garúa y a cantar: “Que llueva, que llueva, la vieja está en la cueva”. Ni que decir del frío, distinto al de La Tirana.
Pero adonde llega uno de los nuestros, lo primera que se encarga, y que quede clarito, es manifestar a los cuatros vientos, es que es iquiqueño. Y de ahí un largo y bien aprendido argumento en que se cruza la matanza del 1907, el Combate Naval, las peleas del Tani y de Godoy, las olimpiadas de Londres, con los combates de Maravilla, las canciones de los New Demons, el Ragu, Los Angelos, Don Sata, la Magaly Moya, y por favor que no siga. Los que escuchan no tienen más que asentir. Porque el nuestro, además, no está solo. Y a falta de argumento, ya sabemos, se nos viene a la mente el gran Joaquín Cubillos.
En Amsterdam había un exiliado, que se había ganado el apodo del Chico Iquique. No paraba nunca de hablar de la “tierra prometida”. En eso consiste esa palabra garabateada en los 90, y que tanto le gustaba a Guillermo Jorquera. Mi amigo Freddy Ara, dice “soy iquiqueño, luego chileno”. A Deportes Iquique, tal vez, le falta iquiqueñez. Esa que le sobra a los clubes de barrio.
Publicado en La Estrella de Iquique el 29 de agosto de 2021, página 11