Esta ciudad siempre ha soñado con ser moderna, aunque no se sabe con certeza qué significa.  Y lo ha sido a través de su historia. El año 1895 la prensa anunciaba que las tiendas empezaban a iluminarse, no a gas, sino a energía eléctrica.

La plaza Condell por la noche brillaba gracias a esas luces. Se comenta además que Iquique era una de las tres ciudades del mundo con más servicio telefónico. Se editaba un periódico el “Iquique Times” para los ingleses anclados en el desierto y el mar.  La gastronomía europea y china hacía sentir su presencia. Nuestro mar aportaba con corvina y albacora, erizos y pulpos. Era una modernidad salitrera, con sus bemoles. El pueblo en su mayoría era analfabeto, campesinos derivados en proletarios.

La fiesta de La Tirana, era un culto regional y pan-andino. Bailar era una forma de escribir. La española Belén de Sárraga agitaba las aguas aparentemente tranquilas de la ciudad, con una oratoria anticlerical. Pisagua elegía a su reina, la señorita Leontina Azcueta, el año 1932.

El fútbol y el boxeo empezaban a masificarse. La cultura popular dialogaba con esa modernidad. Muchas veces eran diálogos de sordos. El cine ya era una realidad y el carnaval de los ricos consistía en bailes con máscaras en el teatro Municipal. Se intentó prohibir esos bailes ya que se prestaban para actos poco decentes.  Los pobres tenían en el día martes, el de los picados, su venganza simbólica. Uno que otro homicidio alteraba la normalidad, al igual que los incendios o robos de poca monta: el robo de un pantalón, cuyo autor era descrito con nombres y apellidos. Lo mismo con las traiciones al corazón. ¡Pobre si ella era la autora! Los accidentes de tránsito eran choques entre coches y carruajes.

La ciudad construye el teatro Municipal, que aparece como una excentricidad. Con el tiempo deriva en cine e incluso se usa para combates de boxeo.

A veces el sueño de la modernidad termina en pesadilla.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Publicado en La Estrella de Iquique el 17 de julio de 2022, página 11.