Los iquiqueños teníamos que abandonar la ciudad si queríamos estudiar una carrera universitaria. Muchos se fueron a Santiago y los más atrevidos a Concepción. Allí conocieron la lluvia y hasta el dia de hoy cantan el himno de esa universidad. En los sesenta, Arica y Antofagasta abrían sedes universitarias. Muchos nos fuimos a la ciudad del vals que compuso Armando Carrera. Queríamos ser sociólogos para ayudar a cambiar este injusto país.

La Norte nos abrió sus puertas el año 1973. Llegamos como buenos iquiqueños en patota y con el himno de la ciudad a flor de labios. Uno nunca sabe. Con el curso de ese año fuimos a conocer Mejillones, ignoraba que con los años Manuel Zamora, que aún no nacía, iba a hacer de ese balneario su tesis de grado y un hermoso libro. En ese viaje me doctoré en identidad. Había que armar dos equipos, para la pichanga. Un iquiqueño solucionó el problema de como conformar las oncenas. Iquique versus resto del mundo, afirmó. En esa última categoría alojaron, ariqueños, taltalinos, antofagastinos, santiaguinos y vaya a ser quien más. Ahí supe que era de Iquique. Ganamos por cierto. En la avenida Angamos los iquiqueños nos reconocíamos de inmediato. El avísale, el saludo nuestro, se mutiplicaba como los panes. No se conocia la palabra resiliencia. Estaba de más con nuestra historia de campeones, no nos hacía falta. Uno de nuestros sueños era vivir en la pensión del Padre Hurtado, en la calle Prat, reducto de izquierda y de iquiqueños que a veces es lo mismo.

El primer año de Sociología tenía el primer semestre ochenta estudiantes. Luego del 11, y de una larga interrupción, no habíamos más de 30. Fue como la canción de Ubiergo, esa de Platón. La noche del 11 la pasamos en un departamento en el Curvo, en espera de instrucciones, que hasta el día de hoy esperamos. Quemé casi todos mis libros, no así las naves. En una pensión de la calle Esmeralda enterramos la colección de Quimantú. Sueño con reencontrarme con esos textos. Dos nombres se me vienen a la memoria Washington Muñoz y Luis Alaniz.

Publicado en El Mercurio de Antofagasta, el 24 de octubre de 2019, sección Linterna de Papel, página 19