En el año de la conmemoración de la matanza de la escuela Santa María de Iquique, ocurrida el 21 de diciembre de 1907, conviene reconstruir en clave histórica los sucesos que le antecedieron. Un movimiento que tuvo tan trágicas consecuencias sólo se pueden entender con una adecuada perspectiva histórica.
Es por eso que nos interesa relevar la huelga del 2 de julio de 1890. Como veremos más adelante las peticiones de los obreros es la misma que demandarán a las autoridades el año 1907. Hay pues tanto en la pampa como en el puerto una gran insatisfacción.
En esta publicación damos a conocer un documento, en este caso una carta firmada por Angel Ficetto del Vice Consulado de España. En ésta, y desde la posición de los grupos que ven amenazados sus intereses, se da cuenta, en forma parcial, de la huelga del 1890, la primera gran huelga obrera.
Rescatar y socializar sucesos -de variada índole- nos permitirá entender de mejor forma la manera en que los diversos sujetos populares -pampinos, obreros portuarios, artesanos, inmigrantes, aymaras, organizaciones políticas, organizaciones territoriales, etc. que conformaron la región fueron construyendo espacios de convivencia democráticos, y como en esa lucha ellos fueron tejiendo un conjunto de relaciones sociales marcadas por el trabajo colectivo, mancomunado, solidario y enmarcados en una utopía que nacía de las entrañas mismas del salitre -sangriento muchas veces- así como de la mar -dulce y armoniosa-pero en permanente acecho por la vida humana.
Publicitar estos documentos, las más de las veces ignorados, significan no sólo rendir un homenaje a quienes lucharon por un Chile democrático y un norte árido en la tierra pero fértil en la vida humana, significa también contribuir a reactivar una memoria colectiva, que excede en mucho el monumento y la añoranza, y de la que salen, y saldrán, elementos históricos valiosísimos para fortalecer el perfil cultural y organizacional de quienes verdaderamente han construido esta región y la grandeza que ella conoció, y que estamos ciertos -esa es nuestra apuesta- volverá a conocer. Alguien dijo que «rescatar las raíces de un pueblo es construir un futuro grandioso».
Para el Centro de Investigación de la Realidad del Norte (CREAR),esta nueva serie de documentos no es un esfuerzo ni un deber, es solamente cancelar una deuda con aquellos que nos han permitido ser lo que somos, y nos dignifican el futuro que nos queda por vivir.
Este documento lo publicamos en forma impresa el año 1987 bajo la colección “Páginas Históricas”. Hoy con ciertos arreglos, menores en todo caso, lo reeditamos.
Bernardo Guerrero Jiménez
INTRODUCCIÓN
«Aunque ni el diablo sabe qué es lo que ha de recordar la
gente ni por qué. En realidad, siempre he pensado que no
hay memoria colectiva, lo que quizá sea una forma de
defensa de la especie humana. Le frase «todo tiempo pasado
fue mejor» no indica que antes sucedieran menos cosas
malas, sino que -felizmente- la gente las echa el olvido.
Desde luego, semejante frase no tiene validez universal; yo,
por ejemplo, me caracterizo por recordar preferentemente
los hechos malos y, así, casi podría decir que «todo tiempo
pasado fue peor», sino fuera porque el presente me parece
tan horrible corno el pasado; recuerdo tantas calamidades,
tantos rostros cínicos y crueles, tantas malas acciones,
que le memoria es para mí como le temorosa luz que
alumbra un sórdido museo de la vergûenza».
Hemos querido empezar esta presentación con una larga cita de un texto de Ernesto Sábato, y con el que empieza su libro “El Tunel” lo hemos hecho así por la sencilla razón de que creemos que buena parte de la historia oficial de este país y sobre todo de la región de Tarapacá, ha sido escrita, aparte por los oficialistas de la historia, por aquellos que están convencidos de que «todo tiempo pasado fue mejor». Más aún la cita del escritor argentino en boca de su personaje el pintor Juan Pablo Castel adquiere su antagónico cariz, cuando impactados leemos el informe del autor de “Sobre Héroes y Tumbas” acerca las atrocidades de la guerra sucia ocurrida en Argentina, y que están contenidas en «El Informe Sábato». En este texto, se remeda a su personaje Castel y le deja ver que la memoria colectiva hay que construirla juntos y socialmente. Es lugar común afirmar que el pueblo que no tiene historia malamente puede hacer posible su utopía.
Lo anterior cobra significado cuando hurgando en archivos históricos encontrarnos páginas escritas por los propios protagonistas de una determinada época histórica. Pero, y hay que recalcarlo, son protagonistas ubicados en una determinada posición social, y por lo tanto con puntos de vistas o visiones sobre determinados fenómenos que parten de esa posición social. Así en el documento que entregarnos e le consideración del público lector, ávido de ir más allá de la añoranza o la nostalgia por una época que se perdió y que, sin duda, no va a volver nunca más, ávido por conocer del puño y de la letra de sus protagonistas algunos pasajes que tienen que ver con le historia de los marginados de la región, de sus problemas y de su espíritu de lucha, hallará en el presente documento trazos de ella. Pero, advierta el lector crítico que se trata de un documento escrito por el entonces Vice-Cónsul de España en Iquique don Angel Ficetto (enc. int.) que reemplazó a don Eduardo Llanos.
El documento que le presentarnos a continuación pertenece al Vice-Consulado de España en Iquique, Copiador No. 36 desde el día 13 de Febrero de 1666 al 23 de Agosto de 1690. La carta que entregarnos está en la página 240. Aún cuando el Centro de Investigación de la Realidad del Norte, parte de la idea de que la historia es susceptible de ser escrita en, por lo menos, dos bandas, las de los dominados y de los dominantes, el documento que entregamos tiene la intención de contextualizar la situación social de esa época, y de cómo de esa proviene un espíritu de lucha de los trabajadores del norte que hay que recordar, no con el sólo recurso de la nostalgia, sino que también con el expedito recurso del ejemplo. Quienes escribieron o escriben, sobre el pasado, lo hacen desde sus respectivas butacas, y la realidad panorámica corno es, no es posible de ser aprehendida en su totalidad.
La carta que presentarnos, perdonen que insistamos, está escrita desde la butaca alta, en donde los protagonistas son catalogados de «revoltosos». Y obsérvese, ya en la época, la palabra política no gozaba de status positivo. El mismo Vice-Cónsul dice:
«Hoy Iquique se halla relativamente tranquilo, por lo que respecte a haber vuelto a sus faenes la mayor porte de los trabajadores, aun cuando no hay completa confianza en, éste estado de cosas, que se dice es todo obra de poíitica (Subrayado nuestro). Si por este lado Iquique está un poca tranquilo no sucede lo mismo y empieza e temerse una invasión de las de la pampa»
(Ver el documento que citamos más adelante Cf. Carta).
Como una forma de complementar, o mejor dicho de problematizar la carta citada, hemos extraído del texto de Hernán Ramírez Necochea, la otra versión de los mismos sucesos, pero esta vez desde una perspectiva de los grupos dominados. Tal cita, extensa, pero necesaria está en su tan clásico libro: “Historia del Movimiento Obrero”. Dice Ramírez:
En el curso del mes de julio de 1890, tuvo lugar una serie de movimientos huelguísticos que por su magnitud, fueron los más importantes del siglo XIX y que pueden figurar -como ya se ha indicado- entre los más intensos en toda le historia del movimiento obrero nacional. Se iniciaron en la ciudad de Iquique y como un reguero se extendieran e toda la provincia de Tarapacá y Antofagasta; tumultuosas repercusiones alcanzaron en la ciudad de Valparaíso, y también algunas -más débiles- en Viña del Mar, Santiago., Quillota, Los Andes, Talca, Concepción, Lota y Coronel.
En Iquique el movimiento fue comenzado el día 2 de julio por el gremio de lancheros, quienes presentaron un pliego de peticiones concebido en los siguientes términos: «En atención a le escasa remuneración que se nos paga por nuestro trabajo, remuneración que no alcanza para subvenir a la satisfacción de las necesidades más imperiosas de nuestro vestuario y alimento, y que he quedado subsistente desde hace más de tres años a pesar de la depreciación del cambio y (del alza) de los artículos más indispensables para nuestra subsistencia, hemos resuelto solicitar el comercio de esta ciudad un aumento en el valor de nuestro trabajo para que quede en armonía con los sacrificios que él nos impone y para que pueda bastar e los gastos que demanda nuestra vida diaria.
«No es posible que pesen únicamente sobre nosotros los prejuicios que origina la baja del cambio. El comercio se aprovecha de ella para subir el valor de sus mercaderías; el industrial, que percibe el valor de su producto en oro, gana también pagándonos en moneda depreciada.
«Tal vez así se explica el mantenimiento de la depreciación de nuestro billete, puesto que con elle gana todo el mundo menos nosotros que somos los que concurrimos más que nadie a la riqueza del país y la riqueza de los comerciantes e industriales. «Obligados por la necesidad, solicitamos que nuestro honorario se nos pague desde la fecha en plata. Nadie podrá calificar de exagerada esta pretensión por las consideraciones expuestas, por lo caro de la vida en este pueblo y por el pesadísimo trabajo que desempeñamos. Nadie podrá tampoco calificar de ilegal nuestra exigencia desde el momento que el mismo Supremo Gobierno cobre sus derechos en moneda fija y que algunas empresas extranjeras que se enriquecen con el fruto de nuestros sacrificios, como la Compañía de Vapores y la Empresa de Ferrocarriles lo hacen del mismo modo”. Luego de esta exposición de motivos, el pliego continuaba planteando como demanda fundamental el pago de salarios en moneda de plata o su equivalente el billetes corrientes. Simultáneamente con la presentación del pliego, los obreros se declararon en huelga.
El día 3, adhirieron a los lancheros, planteando a la vez sus propias reivindicaciones, otros gremios obreros; el 4, la paralización de las faenas en lquique fue completa. Por primera vez en la historia de Chile se producía una huelga general. (Subrayado nuestro). Las demandas de los trabajadores, a pesar de algunas diferencias, planteaban el pago de los salarios en moneda de plata o su equivalente en billetes, alza de salarios y mejoramiento de algunas condiciones de trabajo.
Simultáneamente con declararse en huelga, los obreros realizaron concentraciones públicas y desfiles para dar fuerza a sus demandas; en uno de éstos, participaron más de cinco mil personas y terminó con una concentración que contó con una asistencia superior a ocho mil trabajadores. No obstante realizarse con tranquilidad, fue violentamente disuelta por las fuerzas armadas, quedando alrededor de un centenar de heridos. De esta represión, se responsabilizó al Intendente Blest Gana, quien habría actuado por instigación de los capitalistas, especialmente del inglés John Dawson.
La huelga de lquique dio origen a exageradas y alarmistas publicaciones de prensa en Santiago y otras ciudades; intencionadamente, para causar alarma pública y justificar así violentas medidas represivas, se hablaba de «levantamiento detrabajadores», de «graves y sangrientos desórdenes», de «inauditos atentados contra la propiedad», etc. Pidiendo la intervención del Gobierno en su favor, los capitalistas remitieron al Presidente de la República -en aquel entonces Balmaceda- un telegrama que decía: «Huelga de trabajadores ha tomado proporciones alarmantes. Huelguistas han penetrado establecimientos, impidiendo por la fuerza que operarios se dediquen a sus labores. Comercio y bancos obligados a cerrarse. Fuerza pública insuficiente para proteger lquique, Oficinas salitreras y distritos mineros en inminente peligro, sin que la autoridad tenga elementos para dominar la situación y hacer respetar la vida y la propiedad. El comercio nacional y extranjero que suscribe, pide a V.E. se digne a tomar medidas que salven la situación y hagan respetar los cuantiosos capitales comprometidos en esta provincia».
A este telegrama el Presidente contestó: «Recibido telegrama, pido informe a Intendente. Deseo que Uds. digan cuáles son las exigencias de los huelguistas, qué pasos han dado Uds. para una inteligencia razonable y equitativa con los trabajadores».
Simultáneamente con esta respuesta, que constituía una especie de invitación hecha por el Gobierno para que los empresarios atendieran a las peticiones obreras, se impartieron instrucciones para que algunos barcos de guerra, llevando tropa, se trasladaran al norte.
En vista de la firmeza de los huelguistas y de la decisión expresada por el Gobierno en orden a no emplear la fuerza para aplastar un movimiento justo, los empresarios comenzaron a acceder a las demandas obreras. El día 5, los industriales panaderos se allanaron a aumentar los salarios en un 5º% y pagarlos en plata; el 7 se aceptaron las peticiones de los portuarios y el 8 se llegó a arreglo con los obreros, quienes consiguieron la mayor parte de sus reivindicaciones.
Antes que terminara en Iquique, a partir del día 7, la huelga se extendió al resto de la provincia, comprometiendo a unos diez mil obreros aproximadamente; paralizaron todas las oficinas salitreras y las minas de Huantajaya; también fueron paralizadas las faenas en el puerto de Pisagua y en otros lugares.
Las peticiones formuladas por los trabajadores incluían los siguientes puntos:
1. Supresión del pago de salarios con fichas o vales;
2. Pago de salarios mensualmente;
3. Pago de salarios en moneda de plata o su equivalente en billetes;
4. Libertad de comercio en las oficinas salitreras y otros mineral s;
5. Mejoramiento de las condiciones de trabajo en que se encontraban los obreros;
6. Eliminación de multas y descuentos arbitrarios que se hacían en los salarios.
La huelga en la provincia de Tarapacá se desarrolló con diversas alternativas. Tuvo desenlace favorable a los trabajadores en Huantajaya el mismo día.
7. En algunas oficinas se desarrolló en un clima de gran tranquilidad; los obreros, junto con paralizar, realizaron concentraciones y desfiles. En muchas oficinas, en cambio, los obreros, exasperados por las provocaciones patronales, hubieron de asaltar las pulperías -uno de los más odiados símbolos de la explotación capitalista- con el fin de abastecerse de artículos alimenticios. Estos asaltos fueron violentamente reprimidos por los guardias de las compañías o por la policía local, a consecuencias de lo cual murieron alrededor de diez o quince obreros y unos cuarenta o cincuenta quedaron heridos más o menos una veintena fue conducida a Iquique.
Entre los días 10 y 12 de julio fue resuelta la huelga; se puso término a ella mediante la firma de documentos en los cuales se acogían favorablemente las demandas de los trabajadores . Estos se reintegraron a sus faenas en la confianza de que los acuerdos subscritos serían respetados. Sin embargo, los empresarios, recuperados de la primera sorpresa y sintiéndose fortalecidos con la presencia de las fuerzas armadas, desconocieron totalmente los compromisos a que llegaron con los obreros, o bien, comenzaron ellos a paralizar las labores de sus empresas, argumentando que los convenios les resultaban onerosos y perjudiciales. Le verdad es que los empresarios firmaron estos compromisos con la premeditada intención de burlarlos; David Acosta persona que actuó enrepresentación del Intendente de Tarapacá para tratar de resolver le huelga de la Pampa, dio a conocer este hecho, en 1897, en los siguientes términos: «Con éste o aquel pretexto, todos faltos de fundamento positivo o justo, los explotadores de los trabajadores salitreros se prepararon desde el primer momento a reírse de esos pueblos y de las autoridades mediadoras, sirviéndose de éstas para que los salvaran del peligro que se crearon con sus propios abusos»
En vista de esto, los obreros recomenzaron su lucha; eso sí que ahora en condiciones distintas. Desde luego, la presencia de abundantes fuerzas armadas sembró el temor y el desconcierto entre los trabajadores que carecían de la suficiente firmeza y espíritu de lucha; además, la actitud de los empresarios, al provocar cesantía, fue una estratagema que hizo creer a muchos obreros que sus demandas eran exageradas y se volvían contra ellos mismos. Debido a ésto, la combatividad de los trabajadores en este segundo movimiento disminuyó; sus reivindicaciones excluyeron los aumentos de salarios y el pago de éstos en moneda de plata o su equivalente en billetes .
Tampoco fue posible aunar a todos los gremios en un solo y firme movimiento; se produjeron huelgas aisladas que, por efecto de la desmoralización existente entre los trabajadores, fueron deshechas sin que se lograra ninguna conquista; antes por el contrario, gran cantidad de obreros fue lanzada a la cesantía y los empresarios restablecieron las antiguas y abusivas prácticas. Hasta ahí la cita.
La construcción de una memoria colectiva crítica, que no se enriele en nostálgicos viajes a sitios que fueron escenarios de enconadas luchas, es ardua tarea, más es función de los que queremos esta tierra, su historia, su pasado y su futuro, vencer las trampas del » todo tiempo pasado fue mejor».
Citamos ahora la carta:
Iquique, 9 de Julio 1890
Excmo. Señor
Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario de España
En Santiago de Chile.
Excmo. Señor: hace ocho días hoy, que los lancheros de este puerto se unieron en masa para declararse en huelga pretendiendo que el jornal que se les pagaba en billetes les fuese pagado en plata fuerte o en billete con el correspondiente recargo como se costumbraza con la aduana. El gremio de jornaleros incitó al ejemplo de aquellos, y unidos todos impidieron en trabajo no solo a los carreteros, cocheros y cuadrillas sueltas de cargadores, sino que además procedieron a prohibir el trabajo de los establecimientos y factorías que por su naturaleza tenia que ocupar pocos o muchos operarios, hallándose entre ellos la empresa del ferrocarril que tuvo que suspender por completo su tráfico es esta población, y casi del todo que se efectuaba del interior a ésta.
A pesar del temor que se hacia sentir en todo el pueblo, á la vista de grandes masas de gente reunida á todas horas, ya ante la intendencia, ya en la plaza Prat, originándose con este motivo en el principio varias cargas de caballería, que tuvieron poco efecto por la deficencia de las fuerzas, el comercio estimándola demasiada exigencia de parte de los trabajadores, se resistió a considerarles el aumento que pedían, pero a causa de la venida de los mineros de Huantajaya distante 3 leguas de esta y que llegaron a este pueblo el Lunes en numero de 500 hombres y considerando la contestación del Señor intendente á los representantes del Comercio, de que no disponía de bastantes elementos para dominar la situación, fueron causa de que por la fuerza de las circunstancias y para precaverse de males inminentes que se previa, se tuviera que venir un arreglo, concedido a los huelguistas todo lo que pretendían y aún de tenerse que publicar, por exigencia de ellos, el arreglo llevado a cabo, por medio de bando con todas las formalidades de costumbres.
Desgraciadamente en la pampa, y a pesar de la instrucción que tenían los administradores de las salitreras de prometer el mismo aumento en los jornales y contemporizar en todo con los trabajadores. la ausencia de la fuerza pública, permitió a los huelguistas cometer saqueos y violencia de todo género. La huelga en la pampa empezó recién anteayer en la salitrera “Rosario de Huara” siguiéndole casi inmediatamente en las salitreras “Tres María”,”San Jorge” y “ san Donato”. Después de estas se tiene noticia de estar en la misma situación varias otras, en todas las cuales hay que lamentar el saqueo de las pulperías y algunas personas heridas y muertas.
Aparte de las salitreras, existe en los varios pueblecito inmediatos a ellas un numero regular de despachos y pulperías, de las cuales hay varios que pertenecen á español. Hasta ahora en que la huelga, ó mejor dicho la anarquía, reinan en la pampa en su mayor fuerza, no tengo conocimiento más del saqueo de dos despachos es los españoles Diego y Gomez y Félix Lavedizabal en el pueblecito de Zapiga que fue saqueado por completo según se asegura.
Hoy Iquique se halla relativamente tranquilo, por lo que respecto a haber vuelto a sus faenas la mayor parte de los trabajadores, aun cuando no hay completa confianza en este estado de cosas, que se dice es toda obra de política. Si por este lado Iquique esta un poco tranquilo no sucede lo mismo y empieza a temerse una invasión de los de la pampa.
La falta de comunicaciones me impide dar a V.E mas datos acerca de la situación del interior que es muy angustiosa en la actualidad por la falta de fuerzas que impidan los desmanes de los huelguistas, cuyo numero se hace subir a cinco mil.
Dios guarde a V.E M.A
Ángel Ficetto
Enc. Int. Del vice consul de España
BIBLIOGRAFÍA
RAMIREZ, Hernán
Historia del Movimiento Obrero.
Edit. Lar. 1966.
Concepción.
SABATO, Ernesto
El Túnel .
Sudamericana Planeta. Buenos Aires. 1982
VICE-CONSULADO DE ESPAPÑA
Copiador No.36„ 13 de Febrero al 23 de Agosto de 1890
1quique.
«El Nacional» 3 de Julio de 1890.
El autor de unos «ensayos dialécticos»„ sin respetar en lo más mínimo la verdad histórica, guiado por una fantasía propia de cuentista, afirma que esta huelga dio origen a una represión feroz; «el número de pampinos muertos – dice – fue de 5.000 aproximadamente». Por supuesto, no señala la fuente de sus informaciones; pero escribe: «Don Francisco Encina, en la forma e intención que acostumbra, hace fluctuar los obreros muertos entre 2.000 y 5.000» Al hacer esta afirmación, el «ensayista»» miente con todo descaro, Ya que Encina en ninguna parte hace afirmaciones tan absurdas como las que él le atribuye.
Por lo demás, la afirmación de que fueron asesinados 5.000 obreros no resiste al menor análisis. Una matanza de esta magnitud habría sido la mas gigantesca masacre en la historia de las luchas sociales de Chile, y hubieran sido absolutamente vanos los esfuerzos para ocultarla tanto a los contemporáneos como a la posteridad; pues bien, ninguna fuente oral ni escrita señala un hecho tan enorme. Por otra parte, una matanza como la señalada hubiera significado la liquidación de la mitad de los obreros que trabajaban en las salitreras, lo que indica cuán absurdo es sostener tal aseveración.
Un ejemplo de estos convenios es que resolvió la huelga en el distrito minero de Negreiros., en que trabajaban como 4.000 obreros, en el que se dispuso: 1. Pago mensual en todas las oficinas; 2. Pago en plata o su equivalente en billetes. 3. Designación, por el Gobierno de un inspector de salitreras encargado de velar por el trato y consideración de los trabajadores; 4. Dictación por el Gobierno, de una ordenanza a que quedarían sujetos todos los administradores y autoridades patronales de las oficinas. 5. Obligación, por parte de los empresarios, de pagar las fichas a la par. 6. Libertad de comercio en las oficinas; y 7. Desahucio a los obreros con quince días de anticipación en caso de que las empresas no necesiten de sus servicios.
Los empresarios amenazaron con paralizar o disminuir las faenas mineras, provocando así la cesantía, con el pretexto de que «no sería posible hacer frente a los crecidos gastos. Se asegura también que muchas de las oficinas salitreras reducirán a la mitad el número de sus actuales trabajadores… En las fábricas de fundición y demás de esta ciudad, han sido ya notificados algunos operarios de que en breve han de quedar cesantes, por verse obligados sus dueños a lo estrictamente indispensable para atender su compromiso, («La Voz de Chile», diario de lquique; art. reproducido en «El Internacional», de Antofagasta., el 16 de julio de
1890). En «En Ferrocarril» hemos encontrado las siguientes informaciones que se refieren al asunto expuesto.. «Las oficinas salitreras la de los ferrocarriles se hallan casi completamente. paralizadas por haberlo así dispuesto sus jefes, en vista de la actitud de numerosos trabajadores que exigen el cumplimiento de condiciones imposibles de ser aceptadas» (13 de julio de 1890).»La tranquilidad ha vuelto por completo en las oficinas, pero es probable que en pocos días más paralicen sus trabajos, lo mismo que los establecimientos y fábricas de lquique, pues no pueden soportar el pago en plata de los jornaleros» (17 de julio de 1890).»La máquina beneficiadora de metales paró sus trabajos, pues no le conviene pagar en plata a sus operarios. Muchos mineros de. Huantajaya han parado también sus trabajos. Otros los reducen por idéntica causa» (16 de julio de 1890)
David Acosta: artículo publicado en «La Ley», 19 y 21 deseptiembre de 1897.