Buscando revistas antiguas, de esas color sepia o en blanco y negro como Zigzag, me encuentro con una página entera con fotografías de mujeres iquiqueñas. Tarde de otoño en Santiago Centro, pequeños stands donde uno podía imaginar que alguna vez en Chile, se leía.
Eran los tiempos en que la web empezaba a asomarse. Subimos esas fotos. Días después recibo un correo de una de ellas. Me corrige y me dice que su nombre es Teresa, y no Alicia, como sale en esa revista. De allí nació una amistad armada sobre el sólo hecho, importante: ambos éramos iquiqueños. Bastaba sólo eso. Me contó que manejaba en Iquique un auto deportivo rojo y que el viento le movía su rubia cabellera (eso no me lo dijo, pero me lo imagino). Fue también adelantada en la aviación civil. Fue, junto a otras mujeres iquiqueñas, que aprendieron a pilotar aviones. Tal vez, llevaban en la sangre algún gen de la María Monvel, la gran poeta adelantada y desafiante para su época.
Estábamos en veredas diferentes. Ella por el No. Pero eso no importaba a la hora de hablar de esta ciudad que fue la vanguardia de Chile, en todo, o casi todo. Guardo sus correos, porque me cuenta de cómo era esta ciudad en los tiempos en que todos nos conocíamos. Hoy me dicen que ha muerto. Con estas letras te despido querida Teresa Donaggio.