El amplio mundo de la  religiosidad popular no sólo ha llamado la atención de los cientistas sociales -antropólogos, sociólogos, historiadores, etc- sino que también de los  escritores de ficción.

Llama la atención, sin embargo, el escaso volumen de novelas o cuentos, que tienen como tema central la religiosidad popular.  Excepto, claro está una inmensa producción sobre la tradición oral en temas como cuentos y leyendas, sobre todo de connotaciones étnicas. En el caso del norte grande chileno, el libro Uybirmallku. Cerros que nos dan la vida, de Podestá, Flores y Amaro recoge un vasto repertorio de tradiciones aymaras; fábulas, leyendas, etc. Recientemente un libro de Senén Durán se hace cargo de la tradición oral del mundo pampino. Por la región de Antofagasta el equipo de Domingo Parra ha publicado varios libros en esa dirección. Lo mismo puede decirse de la provincia de Arica, sobre todo en los trabajos de Manuel Mamani.  En términos nacionales, Oreste Plath ha hecho interesantes investigaciones sobre el folklore chileno: animitas, entre otros. En el ámbito  de la ficción, pero con bases históricas, Mario Vargas Llosa en la novela “La Guerra del fin del mundo” recrea de manera notable un movimiento mesiánico en el noroeste brasileño.

No obstante lo anterior, el tema de la religiosidad popular tanto en su vertiente católica como protestante, estructurado en torno a los bailes religiosos que se dirigen a La Tirana, Ayquina y Las Peñas, y a las iglesias evangélicas-pentecostales, han sido en mucho menor medida, representadas en términos literarios.

En el norte grande de Chile, ha sido Juan van Kessel quien en su relato Pescadores y Peregrinos de Tocopilla, describe la vida cotidiana de un baile del vecino puerto.  Esta narración constituye la parte cualitativa de la investigación publicada en el libro Bailarines en el Desierto, en la década de los 70. 

En el ámbito estricto de la literatura,  Hernán Rivera Letelier en su libro Himno del Angel parado en una pata, ausculta con  conocimiento cabal el mundo pentecostal, la vida -su vida- de un niño,  hijo de familia evangélica. El poeta Juvenal Ayala tiene un trabajo inédito sobre la fiesta de La Tirana, lo mismo que Luis Araya, poeta iquiqueño avecindado en Arica.

Finalmente está el libro de cuentos de Roberto Flores Salgado llamado La Calle es libre. El autor, miembro de una de las decenas de iglesias evangélicas, escribe diez relatos bajo el título de Cuentos Pentecostales. Es una visión de este mundo, recreado, por uno de los suyos. Y ese es uno de sus méritos.

Con todo, y al igual que el mundo del deporte, la religiosidad popular, sigue esperando la novela que recree su esplendor. A lo mejor no lo necesita. Estará de Dios.