Lo que hizo Pedro Lemebel con buena parte de su literatura fue narrar su propia vida. Optó por la crónica y le otorgó a ésta un nuevo aire, a veces como brisa de otoño y en otra, como tempestad. Este género, tan marginal a veces, le cayó como anillo al dedo. Lemebel fue en toda la extensión de la palabra: marginal. Era pobre y era gay. No pudiendo nunca desentenderse de esas marcas, creó una literatura de los bordes, retrató la vida nocturna de la pobla santiaguina y a veces de Valparaíso y nos ofreció una literatura impresionista de esas noches de carrete, de tardes de playas en Cartagena, de cafiolas y de adolescentes buscando su destino.

En la década de los 90, nos visitó en Iquique, invitado por la Universidad Arturo Prat. En el Veterano del 79, con sala llena, hizo su entrada, cual Greta Garbo por medio del pasillo. Me tomó del brazo y saludó como un rock star. Y es que lo era. Se apropió del escenario y nos cautivó, con su radio toca cassettes, mientras contaba un historia de un viaje, creo en Cubana de Aviación. Esa noche todos amamos a Pedro. Y no podía ser de otro modo. Al día siguiente nos fuimos a Pisagua. Traía en su corazón el dolor de las víctima del año 73, pero también el dolor por la pérdida de su madre. Lloró cuando, en medio del desierto,  escuchó a Aznavour cantar La Mama. En Pisagua comulgó en silencio con el territorio, con sus cruces, sus cerros y su mar.

Cada vez que venía a Iquique me hacía casi los mismos comentarios. Algo así como que la banda sonora de la ciudad era el regetón. Las marcas kitsch de algunos sectores y el flaiterismo transversal que asomaba por todos lados. Pero, hacía esos comentarios, no desde el reproche, sino que desde la ironía. Y cuanta razón habían en sus observaciones.

Lemebel  puso en el centro de sus escritos su propia biografía. Una especie de diario de vida, pero sin el candado pequeño que garantiza la privacidad. Fue pobre y gay en la dictadura y en la democracia también, pero fue un incansable cuestionador. Cuando se hable de diversidad hay que pensar en Pedro.

Publicado en La Estrella de Iquique, el 25 de enero de 2015, página 22