Las leyendas como la de La Tirana, por ejemplo, cumplen el rol de contar una historia, que  no se puede comprobar, que dan cuenta de ciertos acontecimientos. El Norte Grande está lleno de historias, de relatos que sirven para darle sentido al paisaje.

El desierto para la geografía, la pampa para nosotros, es generoso en la producción de leyendas. Muchas de ellas olvidadas, a otras se las llevó la camanchaca.  Un asesinato, un suicidio, un accidente ferroviario, un un tiro de dinamita que explota antes de tiempo, un empampado.

Las leyendas se inscriben en lo mejor de la tradición oral, ese dispositivo de la memoria que con el tiempo amplifica sus contenidos.  En los barrios populares, al caer la tarde, sentados en un improvisado banco, o sobre unas piedras, crecimos escuchando esas historias atractivas y peligrosas a la vez. Y ahí radica su gracia. Sabíamos que no podíamos pasar por la escuela Santa María de noche, ya que penaban. Era la forma de decir aquí estamos.  Almas de hombres, mujeres y niños que le quitaron la vida en forma cobarde. Y que decir de los entierros. Bajo tierra alguien había escondido una fortuna. Y había que dar con ellas. El tesoro te enviaba alguna señal. Una luz que desaparece, nos decían. Y a desenterrar. Nunca se supo de alguien que diera con esas riquezas.

Estas leyendas, no confundir con los mitos, además de conectar a un pasado, servían para crear un nosotros, un colectivo que se arraigaba a un pretérito que no era contado y peor aún, era negado en las escuelas. Caían bajo el estereotipo de la superstición o de la ignorancia. El mito cuenta una historia por lo general sobre la creación del mundo.

Hay hechos históricos que terminan convertidos en leyendas. Sujetos que adquieren la fama de tal. El tío que se fue y nunca más volvió. El gol de una final del cual no hay registro, pero si muchos testigos. El maracanazo es tal vez la leyenda deportiva más famosa del mundo. Y la más triste para los brasileños. Nuestra estadio de Cavancha no es mítico, forma parte de una leyenda certera, somos Tierras de Campeones.

Publicado en La Estrella de Iquique, 24 de febrero de 2019, página 15