Para ir a la universidad había que pasar por el liceo. Eso creíamos. En esos tiempos de hombres exclusivamente. El viejo edificio de madera que se echó abajo, sin mediar razones patrimoniales, tenía un aroma a pino oregon, a petróleo y a veces a baños tapados. Por Baquedano había un armatoste de fierro donde se amarraban las bicicletas. Un salón de actos con gradas, un laboratorio de química heredero de alquimistas.

El patio era el lugar festivo por naturaleza. No faltaba quien desde el segundo piso inflaba un preservativo y lo lanzaba a los aires, como quien eleva una cambucha. Los más grandes a punto de egresar, hacían sentir su autoridad. Eran los dueños de ese latifundio de asfalto y madera. Las dos escaleras que llevaban al segundo piso no eran inocentes. Abajo un puesto, en este caso del Fichero, que vendía sopaipillas y otros embelecos para calmar el hambre. Docentes diversos. El charro Aguilera, profesoras serias como ninguna. Los libros de clases contenían nuestra historia en forma de anotaciones, algunas prefiero olvidar.

En esas salas cabía la diversidad. Y hay que decirlo cierto racismo y homofobia. Pleitos entre estudiantes que se solucionaban en la playa al final de la calle Orella. ¿Fue hermosa esa época? Si, porque sólo guardamos los buenos recuerdos, los malos van al sótano del olvido. Paseo de fin de año que siempre terminaban en Chanavayita, aunque en marzo, la idea era ir a Paris. Amistades para toda la vida. Estuve en el 4 A y egresé el año 1972, humanistas todos. Nuestro profesor de filosofía era Humberto Lizardi encontrado el 2 de junio de 1990 en Pisagua, amarrado y baleado. Desde hace más de treinta años nos juntamos una vez al mes, bajo el amparo de Manuel Castro y de la María. Lanzamos el trompo de los recuerdos y contamos casi siempre las mismas historias.

Siempre se es liceano, una institución republicana, democrática y plural. Cada vez que paso por ahí, recuerdo el lugar donde amarraba mi bicicleta y echo de menos esa casona de madera que no supimos poner en valor.

Publicado en La Estrella de Iquique, el 7 de junio de 2020, página 11