Ha muerto el emblemático. El bullicioso. El que miraba de frente. El irreductible. El cien por ciento iquiqueño Lito Zúñiga. Ha muerto. Tal vez de rabia. Ha muerto quizás, esperando esos aplausos con que la gente lo alimentó por tantos años. Ha muerto, el Lito. Su inmensa y generosa geografía ya no nos acompañará en las noches del Tibiri. Sus gruesos anteojos ya no observarán esos barrios en la cual se crio.
El teatro, la bohemia, Iquique entero ya no lo verá más por sus veredas y por sus noches abiertas. Ya no escucharemos su vozarrón áspero, pidiendo paso entre tanto vehículo japonés. Lito fue un hombre hecho en el teatro de la mano de Guillermo Jorquera. Lo vi como “El Rucio de los Cuchillos”, como Neruda en su “Ardiente Paciencia”. La última vez que estuvimos juntos lloramos a ese otro como él, al Coke Iturra. Ambos de la Universidad del Norte, los dos hermanados en el arte y la cultura.
Compartí noches de bohemia en el viejo y auténtico Wagon. Desayunamos en el Mercado Municipal junto a ese otro, tan emblemático como iquiqueño: el “Palta” Ahumada.
Desde el Ventanal al Tibiri Tábara, estacionado en la Sala de Bolsillo, el Lito conjugó su amor sincero por el teatro en una ciudad tan teatrera. En Iquique, todos actúan a ser honestos. Seudo actores todos. Obviamente sobreactuados y con pésima dirección.
Lo suyo fue un amor no disimulado por las tablas. Los temporales de teatro de Puerto Montt, ya no serán los mismos, les faltará el viento nortino, llamado Lito Zúñiga.
Yo no sé qué tiene la muerte con nuestros hombres de arte. Ayer el Coke, hoy el Lito… Sin embargo, el Tenor, tu Tenor, sabrá recordarte siempre. Y en esa sala imaginaria y siempre deseada que alguna vez tendrán, su escenario transpirará, a través de este Lito tan nuestro, tan llano, tan risueño, tan actor, tan gritón, tan otra vez nuestro.
Ha muerto el Lito. El iquiqueño neto. El personaje que no necesita votos, ni para ser popular, ni para ser querido. El dueño del vozarrón más fuerte de este Ike Ike, tan bullicioso, se nos fue… Este puerto, cada día, se queda con menos hijos ilustres.
Publicado en Tarapacarte, 4 enero 2001, página 2