La viveza, la creativad y el desparpajo de la llamada cultura popular, sobre todo en el uso del lenguaje, es una de sus mayores virtudes. No nos cansamos y de hecho gratamente nos sorprendemos, con la aparición de palabras que no caben en los diccionarios oficiales. Otras sigue conservando su frescura y efectividad. Una de ellas es machetear. Proviene de esa arma blanca, pesada y con un solo filo que sirve para cortar maleza. En Cuba se usa para el corte del tabaco.
 
Macheteros se les llama a esos sujetos, que con gracia o sin ella, piden dinero. No hay niguna seguridad que nos vayan a devolver lo solicitado. Van desde el humilde “turco” de la esquina del barrio, hasta esos viajeros con mochilla que llegan atraídos por la fiesta de La Tirana y la Zofri. Muchos de ellos, venden los afamados parches curitas que hay que decirlo, nunca están de más. La palabra se incorpora con fluidez. “Salir a machetear”. “Anda con el machete en la mano”, son expresiones que sirven para tipificar tal acto. “Es un machetero” es la etiqueta que se le cuelga a aquel que ha hecho de esta actividad un oficio. En mi barrio, la Plaza Arica, un viejo humilde se ganó el mote de Pancho “Machete”.
 
Hay macheteros ilustres y otros no tantos. Algunos se inventan enfermedades catastróficas para conseguir su objetivo. Un conocido se “enfermó” hace un par de años de un cáncer terminal. Rebosa de buena salud por la calle Baquedano. Ahora que se nos vienen la elecciones municipales el acto de machetear se amplificará.
 
Me gusta el machetero ingenioso. Aquel que curado como tagua, afirma que el dinero que nos pide es para comprar leche. Tengo mis macheteros preferidos. Machetear es cortar algo de nuestro dinero. Es un acto fino y elegante recubierto por un argumento que en muchas de las veces es falso.

Publicado en La Estrella de Iquique, el 26 de agosto de 2012, página 21

 

 

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