El mes de febrero debe ser el mes más festivo para los matarifes. O lo era hasta hace un par de años atrás, cuando el barrio salía en comparsa rumbo al buque Varado a enterrar al Rey Momo. La noche anterior en el Dandalo, planificaban los últimos detalles. Los viejos matarifes dejaban sus herramientas en casa y se tomaban las calles con la alegría que sólo el carnaval puede provocar. A ello hay que sumar el aniversario del Unión Matadero que tanta gloria nos dio en el fútbol como en el boxeo. En este último deporte, los matarifes tanto en la Casa de Deportista, en el Caupolicán o en el Luna Park de Buenos Aires, mostraron sus atributos. Nombremos sólo a uno de esos peloduros, guapo, elegante, trágico y loco: Carlos Rendich. Y a Mario Gárate y Rubén Godoy. No puedo nombrarlos a todos.

Los matarifes imponían su autoridad en base a la mesura y al buen criterio. Destilaban elegancia y cierta parsimonia al caminar. Tenían además un sentido del humor que siendo niño nos costaba aquilatar. Antes de la pandemia, Rubén “Yoma” Guerrero, nos confesaba que nunca un toro se escapó en esas mañanas de invierno iquiqueño, cuando todos andaban con camisas de mangas cortas. Aburridos, los picaneaban y los animales se lanzaban a comerse las calles. Era, en cierto modo, nuestro San Fermín.

Los matarifes se instalaron en  el sector norte de Iquique. Desde fines del siglo XIX se habla del camal, lugar de sacrificio y faenamiento del ganado vacuno. Barrios de hombres bravos y sensibles.

Juan Martínez, Videla, Esmeralda, son sus calles de referencia. Su renovada sede en las esquinas de Videla con Arturo Fernández,  da cuenta de sus grandes boxeadores. y cientos de otros más. Futbolistas notables como el caballo Aranda el grande y el chico, el galleta Veliz, el chamayo Novo.  Matarifes clásicos como el Negro Cloro, el chato Hugo, Capulinga y su hermano Guata de Llamo. Matarifes bravos que al escuchar un vals peruano lloraban como niños.

Publicado en La Estrella de Iquique, el 28 de febrero de 2021, página 11