Hay varias recetas para activar la memoria de barrio. En tiempos de cruces entre lo local y lo global, abra un WhatsApp e invite a sus amigos. Póngale un nombre adecuado a la ocasión. Los amigos y amigas se sumaran como quien se suma a una fiesta. Haga circular fotografías y videos. Recuerde sobrenombres y apellidos.

Enseguida organice un evento en la que todos se vean cara a cara. Ideal celebrar el aniversario del club. Con más años en el cuerpo más recuerdos se albergan. ¿Te acordai? Y ahí se genera una catarata de hechos acontecidos hace 30 años atrás. El barrio, casi por encanto, se transforma en blanco y negro. Las señoras del barrio, serias todas ellas, se reirán al saberse tema de conversación. Los quiltros asumen una majestuosidad única. El quinientas lucas, ese era el nombre del perro de los Barría, gracias a la nostalgia, se transforma en un pastor alemán. Los árboles de la plaza Arica nunca fueron tal altos, y las hermanas Espinoza siguen aun siendo tan lindas como antes. Verse cara a cara con los amigos, auscultar sus ADN, redescubrir nuestras profundas complicidades no tiene precio. Pida al botillero de la esquina un buen vino, que se debe ir renovando cada una hora. Y cuando los ojos se le entonen, entone, así como que no quiere la cosa, una canción de los 80, Django o Lolita puede ser, y verá como el tiempo no ha pasado. Y si ha pasado no ha sido en vano. Entone la plegaria por los que no están, pero bien sabemos que andan por ahí. Piense en el viejo Michea, en el «Galleta», el Toni, en Barría.

Lleve a su hijo o sobrino para que sepa de que trata la vida en el barrio. Se trata de barajar naipes que no siempre están marcados. Y para que nos perdamos entre tantas luces de neón, entonemos el himno chino, terminemos con el himno de La Cruz y si nos queda tiempo volvamos más hacia atrás y entonemos «anoche murió un bombero…».

Publicada en La Estrella de Iquique, el 15 de octubre de 2017, página 25,