Los abuelos no crían, malcrían. Así de simple. Y por lo mismo ocupan un lugar fundamental en la memoria. Los padres imponen reglas, pontifican acerca de lo bueno y de lo malo. Y tienen la razón, son según Freud el principio de realidad. Los abuelos el del placer. Hablo por cierto de los abuelos y las abuelas. Cómplices fuimos. A mis abuelas no las conocí.

El abuelo materno es el más cercano. Es el que hace los guiños, te entrega monedas y te lleva a la cancha o la matinée cuando el mundo parecía más simple. Al nombre del abuelo se le anteponía el don. Y con ello alcanzaba dimensiones que ni la realeza tenía. En la esquina aprendimos que don, es una sigla que significa de origen noble. Y mi abuelo, era noble como el roble: fuerte y el viento de la moda, no le movía un solo pelo. Usaba gomina, ese fijador hecho con limón. La glostora era para unos pocos.

Hay dos canciones -deben haber muchas más- que retratan a este personaje. Una de Cortez y de Cabral que habla del abuelo de Galicia que cruza los mares y se instala en América. Le pide a su nieto que cumpla con la promesa de volver, en nombre de él, a su querida Galicia. Una hermosa canción válida para todos los abuelos que llegaron al Norte Grande a ganarse la vida, dejando Genova, Cataluña e incluso Pekín.

El siempre subvalorado Manolo Galván, cantó ese otro himno a los abuelos. Con prosa simple pero eficaz, relata cómo el abuelo mete sus pocas cosas en una maleta; corbatas y pañuelo que la abuela le bordaba… Llora cuando su nieto lo descubre, pero lo insta a que no cuente nada. La  canción es potente empieza con un pequeño recitado: “Dicen que la gente adulta sobre en todas partes…”.

Los abuelos, los sabios de la familia viven su propio exilio. Uno de los míos, el materno, el akon negro,  corrió mejor suerte. Vivió con su hija mayor y en la casa de su nieta mayor, encontró el amor de sus bisnietas. El Negro Jiménez, obrero ilustrado, jamás regresó a su tierra natal. Nadie supo de dónde venía.

Publicado en La Estrella de Iquique, el 5 de noviembre  de 2023.