La gente se pregunta, y sobre todos los hinchas, acerca del por qué nos va tan mal en el torneo profesional de fútbol. La interrogante se vuelve más pertinente si tomamos en cuenta que en el primer semestre estuvimos dentro de los ocho mejores del país. ¿Puede cambiar tanto un equipo? Y la respuesta es si. Y lamentablemente es así.

Al parecer no basta que haya habido un cambio en el modo de administrar el club. La Sociedad Anónima, actual dueña de la institución no ha sabido encontrar la clave para un buen desempeño. Es que el negocio del fútbol, al igual que otros, necesita de expertos. Juan Ponce de Ferrari, el histórico jugador de Deportes Iquique, decía e insistía que lo que falta a esta institución es un gerente técnico. Y tiene mucha razón en ello. El deporte rey, como le llaman algunos exagerados, está cada día más profesionalizado.

Un hincha me decía que al vender a Puch y a Bogado el equipo se despotenció. Aunque el paraguayo no jugó mucho, daba la sensación de seguridad, que hoy no la tenemos. En lógica de mercado, era deseable que se vendieran a ambos, el problema es que no se compró a nadie de iguales características. “Vendieron caro y compraron barato”, y eso explica el porque estamos donde estamos. Puch era además el emblema de la iquiquiñez que conectaba al igual que Taucare, con la historia de campeonatos nacionales que empieza el año 1930.

A lo anterior hay que sumarle el cambio de técnico. Tres en un año calendario. Y más encima se rompe la regla de oro del “deporte más lindo del mundo”: técnico nuevo triunfo seguro, o algo así. Sea como sea, resulta trágico ver como el barco se hunde cual Esmeralda frente a las costas de Punta Negra. Y que naufrague frente a un público fiel y masivo es aún más dramático. No creo que en otra ciudad ocurra lo mismo. Un amigo, citando a Bielsa, me decía que aún en la derrota, es posible encontrar la belleza. Tal vez está en esa barra, que pese al naufragio sigue cantando el himno a Iquique. Jóvenes que no conocieron el viejo Estadio y menos aún las gambetas de Fidel Dávila o la pachorra de Jaime Carreño (que se nos mejore luego), pero que saben de nuestra historia, han construido un ambiente de apoyo incondicional que en otras ciudades no se observa.

La ciudad celeste, esa que está tatuada con el Dragón merece más. Hay que recordar que el fútbol no es sólo un negocio. Es también una forma de construir nuestra identidad, de proyectarla y de imaginar la gloria: “vamos Dragón, queremos la Copa”.

Estamos en tierra de milagros. Está claro esto no es Jerusalén, pero en una de esas la multiplicación de los panes y de los peces y de los puntos, las sumas y las restas, nos harán permanecer donde estamos. Entonces las lecciones serán claras. Y uno de ellas es que el fútbol no es una ciencia exacta, pese a que cada día está más profesionalizado. Iquique como plaza deportiva es reconocida en todo Chile. Pero para mantenerla hay que saber comprar y sobre todo invertir en buenos jugadores y mejores técnicos. Estos han fallado, no así los que cada fin de semana vamos a cumplir con nuestra vocación. Esperemos el milagro. Ojalá este 1 de noviembre no sea tan triste.

Publicado en La Estrella de Iquique, el 1 de noviembre de 2009