La canción popular, del género que sea, siempre ha tenido una vocación para narrar los hechos del día a día. La épica ya sea militar o deportiva, la tragedia amorosa, la comedia ocupa un lugar central en su narrativa. “Pedro Navaja, de Blades, “Juanito Alimaña” de Lavoe, por sólo nombrar dos, registran de un modo magistral a estos personajes que no caben en los libros de historia.
Le debemos a Jorge Luis Borges, el haber puesto en su poesía al “bajo fondo” del Río de la Plata. Una de ella, “La Milonga de Albornoz”, narra con la frescura y la precisión que le caracteriza un ajuste de cuentas, ocurrido en el barrio de El Retiro, en el 1890.
“No un cuchillo sino tres”, le clavan a Albornoz. Y todo “antes de clarear el día”. El poema de Borges fue musicalizado por Juan Basso. Entre sus mejores interpretaciones está la de Juan “Tata” Cedrón. Por la información que da Borges, Albornoz, se caracteriza por las deudas que mantiene con sus pares: “ya le han perdido la cuenta/ de amores y de trucadas/ hasta el alba y de entreveros/ a fierro con los sargentos/ con propios y forasteros”.
El poema empieza identificando al autor, bajo la figura de un alguien, que sabe lo que Albornoz ignora: la hora y el día en que debe morir. Un pequeño dios vengativo. Un alguien “para Quien no hay
ni premuras ni demora”. Borges, construye un poema/milonga con sus tensiones correspondientes. La muerte es así narrada: “Un acero entró en el pecho/ni se le movió la cara/
Alejo Albornoz murió/
como si no le importara”.
Ya sabemos el lugar que la eternidad ocupa en la obra de Borges. Por lo mismo, se encarga a través de su poema de inmortalizar, sin condenar y menos aun santificar. Termina: “Pienso que le gustaría
saber que hoy anda su historia/
en una milonga/. Y su célebre cierre: “El tiempo
es olvido y es memoria”. En Iquique más de algún Albornoz reclama su milonga.
Publicado en La Estrella de Iquique, el 18 de marzo de 2012, página 15.