La mirada registra lo que acontece allá fuera. Al mirar se atrapa y se enmarca lo que se ve. La mirada se constriñe en un campo visual dado por la capacidad que tenemos de identificar lo que se nos ofrece. Hay miradas que dan con el detalle, qué por lo mismo, no siempre es accesorio. Las miradas adolescentes que se encuentran…

Hay miradas que abrigan y otras que sancionan. La mirada del padre o de la madre decían más que mil palabras. Miradas dotadas de autoridad incuestionable. Criados en el barrio y en la escuela, en la familia y con los amigos, debíamos a aprender a descifrar miradas. La mirada del sereno, don Camilo, bastaba para saber cuando abandonar la plaza, o la del viejo Manuel Silva, cuando entrabamos con zapatos a nuestra cancha. La del abuelo o abuela, que cobijaban con esos ojos que brillaban como lucero del desierto. La mirada de don Osvaldo Urra a través de su máquina capturaba y eternizaba.

El mirar se aprende, de ahí la observación. Un cuadro de Guillermo Lorca, por ejemplo, requiere de un ejercicio del ojo que sea capaz de pasar del asombro a vislumbrar esos detalles, en la que la belleza habita más allá de las percepciones oficiales. En los detalles pareciera que la vida se juega. Hay miradas que matan. Otras que enderezan.

Detrás del visillo de la ventana observábamos como la vida del barrio se desplegaba entre el almacén, el palo poste, la plaza y la calle sin asfaltar. El perro tras no sabemos qué. ¿Qué impresión nos causó,  cuando por primera vez fuimos a un velorio y vimos la cara del muerto?

Mirar desde la esquina era mirar desde un sitio privilegiado. Testigos de acontecimientos cotidianos, fragua de experiencias que aún marcan. Mirar a los adultos que te enseñan. El Cacerola, el Huaso, el Coto, la Mona, Peruchín, el Tagua, el Feo, el Pichi, y muchos más que se escondían en esos sobrenombres inexplicables.

Miradas cómplices, miradas austeras, miradas motivadoras. Y siempre queda la pregunta acerca de cuando cambiamos la mirada, que no es más que la pérdida de la inocencia.

Publicado en La Estrella de Iquique, el 24 de enero de 2021, página 1