La familia Miranda debe ser tan numerosa como la de los Contreras. Ninguna estadística me avala en esa afirmación. Los Miranda, sin llevar ese apellido ni por parte de madre o de padre son extensos. Los hay de Arica a Magallanes. Su bautismo lejos de la pila con agua bendita, se la otorgó un cura del barrio, esos que no usan sotanas y que en vez de sandalias portan calamorros. ¿Cómo se les reconoce? Se suben a un árbol, a un cerro o bien en un piso superior de esas torres de edificios cercana a un estadio. Desde esa posición se eximen de pagar entradas y ven el fútbol tal cual estuvieran en marquesina. En algunos casos, los dramáticos, acuden en masa a presenciar un incendio. Obstaculizan por cierto la labor de los bomberos. Sapos le dicen, mirones agregan otros. La expresión “los mirones son de palos” la usó Obdulio Varela, cuando al entrar a la cancha del Maracaná ese 16 de julio de 1950, y al ver el nerviosismo de su equipo ante tanta gente, acuñó esa expresión. El resultado ya lo sabemos.

Los Contreras están siempre en contra. Porfiados le dicen. Vamos al cerro acuerdan todos y él no, a la playa mejor. Y así un inmenso catálogo de ir en sentido contrario y muchas veces correcto. Alguien masticó ese apellido y lo usó como sinónimo de esa actitud. Detrás de esa porfía hay cierto aire de rebeldía. En los Miranda se esconde algo de voyerismo.

Todos hemos sido Miranda y Contreras. A veces uno más que otros. Cuando la Casa del Deportista no estaba techada y tenía fronteras con la Municipalidad, don Evaristo nos autorizaba a ver los shows musicales. Con mi amigo Katén éramos de la familia Miranda. Cuando llegue el día 17 de diciembre seré Contreras y no por tozudo, sino por convicciones profundas. Aunque soy chileno e iquiqueño de verdad, no me pierdo.

Publicado en La Estrella de Iquique, el 19 de noviembre  de 2023.