La gente anda nerviosa. En el lenguaje coloquial, ese de la calle y de las veredas malas, equivale a «andar con la bala pasada». A la menor provocación saltan como cabinzas en el viejo muelle del Colorado. Y nos es por Navidad y menos por la PSU. Es por la segunda vuelta. Se ha instalado una sensibilidad a flor de piel y debajo de ella también. Las redes sociales reflejan muy bien este nerviosismo electoral.

Pasado el impacto de las recientes elecciones de senadores, diputados y cores, los analistas se han reproducido por montones. Otros se han tenido que tragar sus profecías. Las expectativas de algunos candidatos, tanto hombres como mujeres, se han ido al tacho de la basura. Una cosa es que te saluden en la calle y otra es que voten por ti. En Arica ganó Insulsa, pese a los recibimientos que le brindaron nuestros vecinos. La conducta electoral es mucho más compleja de lo que pensamos. Y una verdad del porte del buque varado, nuestro Titanic: los votos no se transfieren, como quien transfiere dinero a su hija.

La geografía electoral cambió y lo viene haciendo desde los 90 en Tarapacá. De bastión de la izquierda. es ahora la región más derechista del país. La clásica distinción entre izquierda y derecha se ha volatizado. Vienen empujando fuerte los del Frente Amplio, y que bueno que así sea. Los «chiquillos» del FA pasan la máquina a los tatitas de la Nueva Mayoría, y que bueno que así sea.

Si antes era Cuba el modelo para asustar ahora es Venezuela. Las redes sociales una vez más al servicio de la causa. Está nerviosa la gente, tan nerviosa que hasta el Chino Ríos, rompió su mutismo. Abandonó el «no estoy ni ahí» por el raquetazo contra el sociólogo y periodista. Y de pasó se la jugó por el empresario. Y eso que el Chino no es facho pobre.

El balotaje, que cursi la expresión, la segunda vuelta, o en el lenguaje de la calle: último gol gana todo, resume cada cuatro años nuestras preocupaciones más vitales. Pero, ojo, el lunes, todos a trabajar.