En esta ciudad abundan las farmacias, pero los remedios no. Menos los bio-equivalentes. Y eso indigna (vivimos época de indignación). Una receta con tres medicamentos, con suerte se compra en un solo local. «No está en el sistema», nos dice una mujer agobiada de tanto repetir la misma sentencia. «Pero se la busco en la otra…». Pasan los minutos y te dicen que está en el centro, y uno que anda por Playa Brava, creyendo en eso de la descentralización del casco antiguo de Iquique que huele a completos en carros emprendedores, no tiene más que regresar a Tarapacá con Vivar. No hay salud.
 Entonces se viene a la  memoria la Cóndor, la Bristol, la Victoria y la Danesa, y se me ocurre que en esas cuatro boticas tal vez esté lo que ando buscando.  Pero la memoria suele hacernos  trampas. El centro está lleno de farmacias, carnicerías y peluquerías, sobre todo por la calle Vivar. Las primeras  se pelean al público. A cada compra el Rut. Luego nos ofrecen paracetamol u otros analgésicos en promoción. Ni se le ocurra preguntar por Vitaminas C, sin azúcar. No se encuentra en ningún lado.
 Ir de compra a la farmacia es una aventura. No todas tiene el sistema de los números que ordenan la atención. De los cajeros automáticos, ni hablar,  muchos lucen el repetido cartel con el «Fuera de servicio».  Y aun así, vender fármacos es un negocio extraordinario. Me gusta pensar en la idea de la venta de remedios fuera de las farmacias, como en los supermercados, por ejemplo.
 Ignoro cuando a las boticas se les cambió el nombre por farmacias.  Una de la esquina de mi barrio, que expendía «cañas» de vino, se le llamaba botica. Los «turcos» se congregaban en espera del servicio. Ahora nadie, los nombra de ese modo.
 Las boticas de antes vendían pastillas, ahora se llaman grageas o fármacos. Y cuando uno pagaba lo despedían con una sonrisa. Hoy preguntan por el Rut, y te meten en una base de datos de la cual nunca más se sale. No hay salud.

Publicado en La Estrella de Iquique, el 18 de noviembre de 2012, página 21