Las imágenes de Cavancha anunciando las bellezas de La Serena, no es sólo un error y falta de prolijidad de quienes elaboraron tal campaña. Es aún peor. Es de alguna manera, el desconocimiento que el centralismo tiene del norte grande. Para el común de los habitantes del Chile Central, el norte grande sigue siendo un territorio ignorado.

Cuando nuestro país se embarcó en la guerra del Pacífico, aparte de conquistar riquezas como la del salitre, la motivación económica principal de ese conflicto, lo hizo además con la idea de civilizar un territorio conceptualizado como bárbaro y pagano. La elite santiaguina, ilustrada no era capaz de entender las diferencias culturales, y menos aun valorarla. Los procesos de chilenización llevado a cabo una vez ocupados esta parte del mapa, pueden ser vistos como cruzadas civilizatorias. Extirpar de raíz, el pasado, tal como lo hizo el conquistador español, era la idea central. El norte grande fue entonces un espacio a colonizar. Múltiples actores tanto del estado como de la sociedad civil, se conjuntaron para llevar a buen término la idea de la nación definida desde Santiago. La escuela y el servicio militar obligatorio lo hicieron desde la óptica del Estado, la Iglesia católica, aseguraba, a veces en alianza con el estado o en otras veces, en abierta contradicción, introducía la “verdadera religión”; mientras que en la base regional, los clubes deportivos y los bailes religiosos, y otros más, fomentaban la identidad nacional, pero también, identidad regional.

Para el grueso del país el norte se agota en La Serena. Le sigue el desierto y costa, un territorio que no alcanza a ser incorporado al resto de la nación. De allí que para los publicistas de Santiago, los medios de comunicación, la estación para veranear, termina en esa ciudad colonial, recatada y poco propensa a los excesos. Coquimbo es como Iquique, pero siempre fue chilena.
Es cierto que la región carece de instrumentos de pesos (dinero y creatividad) para poner el norte grande en el imaginario turístico, pero más cierto es aún el hecho de que como cultura regional, les molestamos, como piedra en el zapato, al centralismo. Seguimos siendo “paganos” aunque le demos y le hayamos dado la riqueza, primero del salitre y ahora del cobre. El norte grande, menos mal, sigue siendo un misterio. Y eso habla bien de nosotros.

Publicado en La Estrella de Iquique, el 18 de diciembre de 2011, página A-9