Nunca imaginó el coronel Santiago Polanco Nuño y menos aun don Victoriano Caqueo que el himno a Iquique que ambos compusieran a fines de la década de los 60, sirviera como antídoto para nuestros pesares. Una especie de oración comunitaria elevada por ciento de voces en búsqueda, en esta semana recién pasada, de ánimo y de consuelo. Una manera de encauzar la rabia contra la naturaleza, pero sobre todo contra el centralismo. Nunca hemos calzado bien frente al santiaguinismo. Les incómoda nuestro color, nuestro pasado, nuestro carácter, nuestras ansías de autonomía.
El himmo a Iquique moviliza energías morales, explícita nuestra identidad, repasa nuestra historia y nos pone en alerta frente al futuro, tan esquivo siempre, tan generoso a veces. A esta pieza musical y poética volvemos siempre que el destino nos quiere hacer un gallito. Escrito en época del boom pesquero, sigue manteniendo su vigencia, aunque las fronteras por el sur ya no sea Cavancha; pero ese límite sigue vigente, en tanto enmarca a la ciudad de madera, el del casco antiguo, que se debate entre la despreocupación de las autoridades y los incendios que acechan.
Este himno es un bien público que pese a tener a sus autores identificados, nos pertenece. Himno mutilado, eso si, ya que se le quitó una estrofa. Es de honestidad reincorporarlo, para así tributar la memoria de Polanco, el militar poeta que lo compuso:
«A la industria pedimos en cambio
que se acuerde de nuestra ciudad
Y no olvide en sus planes que el pueblo
También debe sentir bienestar».
La frescura de este himno ha sabido permanecer inalterable. Jóvenes iquiqueños de Valparaíso, que estudian música, envian a modo de ayuda una versión de este himno marcial, con violín y flauta dulce. Las bandas locales, los trovadores debieran todos juntarse y grabar una versión, la del mes de abril, de este recurso intangible de la identidad. Todos los géneros músicales, todas las voces para una misma causa. “Si supimos vencer al olvido” funciona como un antídoto contra el centralismo que nos invisibiliza. Y cuando no, nos caricaturiza. Pero, como me dijo un viejo amigo, los iquiqueños somos de otra laya.
Publicado en La Estrella de Iquique, el 13 de abril de 2014, página 25