Las ciudades huelen. Los barrios tienen aromas, las calles olores. Salvador Reyes decía que en el olor se podía conocer la ciudad. Cuando éramos caleta olíamos a huano, a ese estiércol que servía para fertilizar. Los hombres que cargaban esos sacos aun deben lidiar con ese aroma. Cuando por las calles no sólo transitaban exclusivamente los perros, sino que además chanchos, caballos, vacas, burros, sus excrementos variados en tamaños y en olores inundaban la ciudad.
Tarapacá con Amunátegui huele a wantan, aunque ahora esa hegemonía se la disputan las decenas de pollerías. Antes de la llegada de las pesqueras, Iquique olía a jazmín, a buganvilias. El olor a dólares se impuso. Y hasta nos complacía. Pagamos caro por ese progreso.
La infancia estuvo marcada por las inmensas zanjas que se abrían para instalar el alcantarillado. Las calles olían a orilla de mar. Carlos Silva, «Mogambo», afirma que en Riquelme abajo, territorio de los alas negras, huele a mar y a estudio. Es que eran vecinos del entonces Liceo de Hombres. El Matadero olía a sangre, a carne fresca, a chunchules. De las damajuanas se filtraba el aroma del vino que se servía cuando el Dándalo era territorio libre, ocupado por los matarifes. En Cavancha, El Morro y el Colorado me imagino olía a pejerreyes, a albacora, a erizos. La Caupolicán y todo ese sector olía a tierra recién mojada, a madera cortada con serrucho. Empezaban a construir su población. Sexto Oriente y Séptimo Oriente estaba inundado por los aromas de heno y de la leche recién obtenida de una vaca generosa. Luego de un incendio, la ciudad agarraba ese olor a madera quemada. Olor a bomberos. Luego de La Tirana olíamos a tamarugo, a pululos, a naranjas, a chusca, a sagrado. Al llegar a Iquique por el sur, esa gran avenida huele, a veces, a alcantarilla, a pestilencia. La Zofri democratizó los perfumes. Ya nadie huele a flaño.
Diversidades de aromas que cubrían ese breve espacio que media entre la costa y el cerro. Así como cada barrio tenía su campeón de Chile, cada barrio exhibía sus aromas. Hoy olemos a comida rápida, a marihuana.
Publicado en La Estrella de Iquique, el 7 de julio de 2019, página 13