La historia cultural del norte grande, sobre todo aquella vinculada a la época del salitre, es algo que necesitamos profundizar. La investigación histórica, esa que se hace en archivos y en la prensa, poco a poco, con paciencia y pasión, nos va entregando antecedentes valiosos para entender esa parte de nuestro pasado. En la investigación cultural los aportes de Mario Bahamonde y de Pedro Bravo Elizondo, por sólo nombrar dos, mucho han ayudado. Al taltalino y al iquiqueño le debemos, entre otros tantos aporte, el poder contar con la novela “Tarapacá”.

Poco se sabe de Osvaldo López  y menos aún de Nicanor Polo, los autores de la novela “Tarapacá” editada en Iquique, el año 1903.  Sobre el primero, se dice  que nació en Valparaíso, el 5 de agosto de 1857 y que muere en Santiago en 1922. Fue artista de circo e hizo teatro obrero.  Fue un intelectual obrero, editor del diario “El Pueblo”, y autor del “Diccionario Biográfico Obrero”, publicado en 1912. Esta obra no la hemos podido encontrar.

Osvaldo López fue un intelectual obrero y anarquista. Como tal, y producto de la edición de la novela que venimos comentando, le significó ganarse el odio de la clase dominante. En el mes de septiembre de 1903, año en que se edita “Tarapacá”, la policía secreta iquiqueña atenta contra él. En la plaza Condell intentan asesinarlo.  La imprenta de su propiedad fue quemada y destruida en más de una ocasión. Es fácil entender la furia de los salitreros y del clero, por silenciar la novela que hoy, ciento tres años más tarde, hemos reeditado.

La historia del movimiento obrero, y sobre todo, la de la prensa obrera, por razones políticas o sin ellas, han olvidado el aporte de este intelectual, que como se sabe, fue unos de los primeros, en fundar imprentas y organizar a los trabajadores. A fines del siglo XIX llega al norte grande y empieza a desarrollar su acción emancipatoria destinada “a la construcción de la República de los Trabajadores” según lo expresa su personaje, el obrero Juan Pérez.

Ahora que nos prestamos a conmemorar los cien años de la matanza de la escuela Santa María, conviene no fijar solamente la atención en el 1907, sino que ir más atrás, para observar como se fueron desarrollando los procesos históricos que culminaron en esa tarde sangrienta.

Es también la ocasión para revalorar el aporte del mundo popular a nuestra configuración identitaria, enfatizar el rol de las sociedades mutualistas, los clubes deportivos, los bailes religiosos,  los ateneos y toda una serie de instrumentos de sociabilidad popular donde hombres y mujeres, humildes, pero dignos, supieron escribir su historia.