La ciudad letrada, que tan bien ha definido Angel Rama, se caracterizaba no sólo por tener una elite de intelectuales que la pensaba y la planificaba, sino que también por la existencia de teatros, estaciones de trenes, alumbrado público, estadios, entre otros aspectos.  Y habría que agregarle librerías.  La modernidad, bien lo sabemos, estima que el libro es la expresión suprema del ser humano. Desde el invento de la imprenta hasta hoy, el libro y el lugar donde se acopia, la biblioteca, ha sido el sostén donde descansa la razón.

Pero, han sido también las librerías el otro eslabón donde los libros pueden circular. Iquique en tanto ciudad moderna también acogió al libro. Y no sólo eso. También los produjo. La labor de Rafael Bini, entre otros, como Osvaldo López, el autor de la novela “Tarapacá” son muestras de ellos. La obra de Luis Emilio Recabarren está repleta de acciones tendientes a masificar este artefacto destinado a sacar a las masas populares de la ignorancia.

La ciudad de Iquique, tuvo sus librerías. Aunque muchas de ellas se hacían llamar de ese modo, aunque solo vendieran insumos como lápices, tinta, pluma, papeles, etc. En la calle Baquedano, casi al llegar a Tarapacá, un señor parsimonioso hacía de la venta de libros su arte mayor. Raúl Villalobos se llama y “Cervantes” le puso a su librería.  Sucumbió a la picota del neoliberalismo.

Hoy en un sentido clásico, tenemos una sola librería para cerca de 300 mil habitantes. Está en el mall, y sin ésa, la ciudad sería menos de lo que es.  Estos recintos, primos hermanos de la bibliotecas, supone un cliente que sea capaz de gozar no sólo con la lectura, sino que también, con las texturas y olores, de por ejemplo, la novela de Patricio Jara, “Prat”.

En Arica y Antofagasta prácticamente no hay librerías. Al igual que cuando se requiera servicios médicos de calidad hay que irse a la capital, suele suceder casi algo parecido con los libros. No obstante, nuestra modernidad se ve avalada por la existencia de esta librería que nos ofrece las  novedades de la industria editorial. Pero, para que existan librerías debe haber también público que consuma.

Por cierto que la piratería ha afectado la industria del libro y con ello, ha dañado los derechos de autor. Lo mismo sucede con la música. He puesto de relieve a la librería “Golden Book”, porque constituye el único lugar donde se puede encontrar libros. Además es el único espacio donde la industria editorial iquiqueña pueda mostrar sus obras.

El acto de comprar un libro, cuya previa la constituye, el hojearlo, olerlo y evaluar su diseño y tamaño de sus letras, sólo se puede realizar en una librería que ayude a que la decisión de comprar sea la indicada: buena iluminación, silencio relativo, etc. No se le pide que sea un museo, sino que haya una ambiente para que ese acto solitario de comprar una obra de Jorge Enrique Adoum, sea lo que deba ser.

Somos los lectores quienes debemos darle vida a las librerías. En el acto de comprar se cierra esa cadena de valor que empezó un autor o autora, en la soledad de su oficio. Al comprar un libro, estamos ayudando a aumentar nuestro capital cultural, y de paso, evitamos lo que le sucede a nuestros vecinos de Arica y de Antofagasta. 

Publicado en La Estrella de Iquique, el 7 de junio de 2009