Hay palabras que remiten a ciertas infancias. Las de los años 50, 60 por ejemplo, estaban marcada por el tipo de ciudad que habitamos. Iba del puerto hasta Cavancha y se cantaba con el alma estremecida. Habían dos estaciones el verano y la de trenes. Tenía muchos relojes públicos aunque nunca se llegara a la hora. Moragas y Valverde se ganaban la vida arreglando relojes, más no hábitos. Piquichuqui, lucumí, calato, tumbos, pupo, filástica y agregue usted decenas de otras palabras. El agua mineral era la Chusmiza y punto. Y que decir del picaporte, del bolsillo de perro y de los abrómicos.

Los palo poste eran de madera y se alzaban sobre  la tierra como queriendo tocar el cielo. Alumbrar era su vocación. En lo más alto,  unos faroles iluminaban las calles vacías y entonces, en silencio. Los palos postes eran redondos, otros cuadrados. Algunos tenían agujeros como panales de abejas.  Sobre el metro y medio, una especie de escalerilla en la que la gente de Endesa, cuando la energía era un bien público y nacional, trepaban para que las ampolletas, focos para nosotros,  cumplieran su función. Era lo más parecido al hombre araña. Estaban llenos de herramientas y subían al cielo como si fueran gatos. No se cómo, pero sabían que cable cortar y cual no. Los mirábamos asombrados. Repito, el hombre araña, aún no nos colonizaba. Hollywood llegaba de vez en cuando con sus películas a los cines locales y con un atraso solo comparable al arribo del Longitudinal.

Tenían otros usos además del estratégico. Se iniciaba la cuenta de la escondida, se le tatuaba con nombres o garabatos, servía como base para el kechi, para la pichanga futbolera. Agregue usted otras funciones. Habían palo postes que carecían de la bendita ampolleta. Su misión la ignoro. Otras pestañaban toda la noche. Al flaco y alto  del barrio le decían palo poste.

Eran parte del paisaje urbano de esa ciudad que jamás imaginó crecer como ha crecido. Todavía quedan algunos palos postes de madera, sosteniendo miles de oscuros cables  Habitan, iluminando en algún lugar de la memoria.

Publicado en La Estrella de Iquique, el 17 de marzo de 2019, página 13