Cuando mi vecino me llamaba no le podía contestar por razones obvias. Estaba viendo fútbol (Los partidos a la hora de la siesta me sientan mal). Siempre he sido crítico con la palabra fanatismo. Y lo soy porque niega la capacidad crítica y reflexiva que se debe tener no sólo frente al fútbol, sino que también con la religión, con la economía y otros asuntos de interés. Por otro lado, está claro que este deporte tiene connotaciones políticas y económicas profundas. Una final del mundo entre las dos Coreas sería algo interesante. La de la guerra fría ya no pudo ser. Mientras Chile celebra suben los pasajes de la locomoción colectiva.

En un mundo globalizado como el actual, y con los descensos de los estados nacionales, el Mundial aparece como la única metáfora para poner en escena el nacionalismo a través de los uniformes, la canción nacional, y otros aditivos como la parrillada, las empanadas, vino y cervezas, etc. Es por cierto una especie de guerra, pero con víctimas sin resultado de muerte (Eso si, en el mundial del 1950, muchos brasileños murieron de maracanazo). Hay tácticas, dibujos estratégicos y toda una palabrería que los iniciados no entienden: el doble 5, por ejemplo. Los DT son ahora como los generales. Hasta aquí el fútbol por fuera, pero el que vale es el que va por dentro. Ese que se inicia cuando los jugadores salen del túnel. De no ser por las vivuzelas se escucharía hasta la respiración de Forlán. Un argentino –otro no puede ser- dijo que fútbol es la lógica de lo impensado (El maracanazo de nuevo). Todo saben como juega Messi, pero nadie sabe como y cuando clava la pelota en la red. A mi me gusta ese fútbol, el que se juega sobre el pasto. Un player  dijo: “la verdad, verdad, está en el verde césped”. La escenografía con todas las exageraciones que tiene es solo eso. Me gusta el saludo de los capitanes, similar a la de los boxeadores antes que suene la campana. Los intercambios de banderines, la última caballerosidad antes de la batalla. 

El patriotismo que el fútbol genera, tiene que ver con los nuevos tiempos. Un patriotismo posmoderno y tribal. Ya lo dijo Albert Camus, la patria es la selección de mi país. El triunfo de Chile ha dejado de manifiesto que si bien es bueno tener tratados de comercio con el todo el mundo, nos falta alzar una copa.   Acaba de sonar el pito del editor. No hay más espacio. “Que gane el más mejor”.

Publicado en La Estrella de Iquique, el 20 de junio de 2010. Página A-9