Hoy es un día de vísperas. El cielo del pequeño pueblo cubierto con banderines con los colores del santo, avistado desde que entramos, nos indica que estamos en territorio con inscripciones especiales.

Largas filas para saludar y tocar al patrono. Los bailes religiosos entrando y saliendo del templo. Gente llegando al pueblo y de ahí a sortear el calor o bien el frío. Las campanas recordándonos que Lorenzo es milagroso y que reside en la quebrada del amor.

Bailes que van a saludar a otros bailes. Al interior de la sede de Las Águilas Blancas, se entra y sale. El pueblo se llena de vida. El peregrinaje, suele poner el mundo de todos los días, entre paréntesis. Hoy no.

Tarapacá, el pueblo tiene una larga historia cruzada por el milagro de la agricultura, la conquista y la colonia, la guerra del Pacífico, la chilenización, terremotos y sobre todo por el crecimiento de esta celebración.

Lugar de encuentro para reactivar la amistad. No veremos al viejo Concha, extrañaremos la foto oficial del barrio, con los cabros que ya no lo son. La casa del Susano, estará un poco vacía. Al frente los Copaiva-Santibáñez, con su puerta bien abierta. Al final, el salón Vip. El olor a pan amasado despertará el apetito.

Más allá de las denominaciones oficiales que se achacan a Lorenzo, el pueblo como siempre lo hace, se lo ha apropiado. Le ha otorgado su propio sello. El Lolo es el compadre, el amigo. Se le pide consejo y se le teme. La lealtad es un asunto complejo, a veces de vida o muerte. La reciprocidad es vital. No deja de sorprender que alguien te regale una cinta, un helado o una estampa. La idea oculta, es que usted, a la vuelta del año, haga lo mismo. Pero siempre se cuela lo que se ha querido extirpar. El cachimbo, pariente de la marinera, en un cara y sello del país, con el himno nacional, nos recuerdan que el Norte Grande tiene fronteras blandas que, en este caso, el Lolo, diluye. Extrañaremos a doña Gladys Albarracín.

Publicado en La Estrella de Iquique, el 9 de agosto de 2020, página 11.