Ser peatón en Iquique es vivir en la frontera de cualquier desgracia. La ciudad que en un tiempo fue de los ciudadanos a pie, se transformó en una dictadura de los automóviles. Todos compiten contra todos. Siempre pierde aquel que goza de caminar la ciudad.
El paso de peatón no es más que una decoración. Un conjunto de líneas blancas o de otro color, que usan los conductores para estacionarse. Nadie respeta el derecho del transeúnte que se encarama sobre esas líneas en busca del “privilegio” de cruzar.
Pero eso no es nada. Otros peligros nos acechan. Los ciclistas que al no disponer de espacios, se toman las veredas, y en muchos de los casos, nos privan del placer de pasear, se nos abalanzan, con tono inocente y saludable. Los jóvenes que se deslizan en los skates, alegres y a veces poco prolijo, pueden hacernos trizas nuestros tobillos. Conectados, ambos, escuchando no se qué música. Perros y palomas constituyen otro aditivo de la aventura de ser peatón en una ciudad que nunca se preparó para congeniar con tantos autos.
Pero hay más. A la falta de estacionamientos, se instalan en las veredas impidiéndonos el libre paso por ese dispositivo que se llama vereda. El peatón, es un sujeto sufriente, acorralado por la falta de planificación urbana. Iquique, y que duda cabe, no es una ciudad democrática, menos organizada. Una amiga me decía “tu querida ciudad es la del dejar hacer”. Me lo dijo en francés, claro está. O sea, cada cual hace lo que se le antoja. Esta ciudad se nos escapó de las manos. El poder de los automovilistas no tiene contrapeso. Sin Plano Regulador, todo es posible. La plaza Condell se transforma ahora en un botín político.
Termina la dura vida del peatón a la hora de abordar un colectivo. Una especie de peregrinaje, de súplica con un señor que parecer tener nuestro destino en su volante y en su voluntad. ¿A quiénes le temen las autoridades que no regularizan este servicio? En el peor de los casos, en Iquique, la calle es libre, pero no para los peatones.
Publicado en La Estrella de Iquique, el 1 de diciembre de 2013, página 11.

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