Hubo un tiempo largo en que los perros eran criados entre la calle y la casa, y a veces más en la primera que en la segunda. Eran callejeros tan bien descritos en la canción de Alberto Cortéz. Al resfriarse se le hacía un collar de limones y santo remedio. La palabra veterinario no aparecía en el diccionario y se alimentaban de lo que sobraba en la casa. Los así llamados perros de raza eran una exclusividad que sólo tenía la élite. El pueblo se contentaba con los quiltros. El cine nos traía imágenes de canes policiales como Rin Tin Tin. El pastor alemán o el perro policial, eran admirados, por lo mismo que eran inalcanzables.

 Sus nombres eran Bobby o Terry traídos del cine de los Estados Unidos, o bien Duque. Cachupín era tal vez el más popular. En mi barrio existió el Quinientas Luca,  el Rayo y la Maripepa.  Muchas se llamaron Laika en tributo a la perra que fue al espacio. Hoy estos animales tienen un trato casi humano e incluso mejor. En Iquique tienen hasta un cementerio. Los veterinarios abundan y los alimentos son cada día más especiales. Viven más en la casa que en la calle, y cuando salen lo hacen con sus propietarios amarrados con una cadena y una bolsa plástica en la mano. Ya no se siente interpretados por la canción Chiquillada que popularizara Leonardo Favio, la de aquella perrita que andaba abandonada…

Tienen ahora collares, pero no de limones, y chip por si se pierden. En Cavancha, aun quedan quiltros que se bañan y nadan, por cierto, a lo perrito, y cuidan a sus amos, niños, por lo general. En mi casa había un perro chico, negro con blanco que se llamaba Olimpo. Tarde vine a entender el porqué de su nombre. Tenía los colores de ese viejo club donde mi padre practicó atletismo y que presidió don Antonio Fiamma.

 Los perros, sean del tipo que sean, son los más nobles, excepto para los narcos. ¿Quién no hizo perro muerto en el Diana?

 Publicado en La Estrella de Iquique, el 25 de abril de 2021, página 11.