Para los que nos convertimos, a golpe y a porrazos, en adultos mayores con todo lo que ello significa, para la Navidad se nos vestía con pantalones cortos y de esperanzas en nuestras caras. Los regalos eran de madera o de latas de viejos tarros de leche o el excéntrico Pecos Bill o Rocky Kansas que llegaban quien sabe a bordo de que barco y atracaba en el Bazar Obrero. O una camisa escocesa comprada en La Yolanda. Como hijo de ferroviario tenía un triciclo que pesaba casi como una locomotora.
El 8 de diciembre en cada casa se empezaba a armar el árbol. Muchos de ellos hechos por nuestros padres. Otros, construían hermosos pesebres. Ocupaban una pared entera, de las casas de antes que eran grandes y altas. Don Mario Fuenzalida, un dibujante técnico que recorría la ciudad en su bicicleta de color negra, era el encargado de tan bella obra. Pero no era una copia de los pesebres confeccionados a semejanza del de Belén. Una inmensa cordillera, la de la Costa, pienso ahora, y un tren accionado a batería nos recordaba que estábamos en Iquique. María y José nerviosos, los reyes magos avanzaban lentamente. El gato de la casa dormía sobre esas pajas.
Se adornaban con animales que no estaban presentes en el pesebre de Belén. La inventiva siempre ha sido una característica de nuestra identidad. Don Mario echaba a andar el longino, que si llegaba a la hora. La muchachada se aglomeraba a observar tan lindo espectáculo. Las ventanas con rejas nos privaban de hurgar de un modo más cercano. En cada barrio había un pesebre o más. En esa sala, hoy se guardan las copas y equipos de La Cruz. Es una casa con historia y memoria. Don Mario se nos fue y sus hijos no heredaron tan hermosa labor. Pero se siguen armando pesebres. Nuestra Navidad se recrea con los viejos pascueros apoderándose de las calles. Y haciendo feliz a la muchachada que corre tras ello.
Los pesebres son ahora cada día más sofisticados y elegantes. Nelly Lemus en Antofagasta armó uno inmenso y hermoso. Tiene horario de visita. En cada pesebre nace el asombro de una infancia. Son una metáfora de nuestros humildes hogares.
Publicado en La Estrella de Iquique, el 24 de diciembre de 2023.