La historia de Iquique es también la historia de los extranjeros que optaron por arraigarse en este territorio. Desde fines del siglo XIX en forma masiva, y desde antes, hombres y mujeres, de todos el mundo nos habitaron. Chinos, croatas, ingleses, italianos, entre tantos otros, ayudaron a configurar nuestra identidad cultural. La multiculturalidad es el piso en común que nos une. ¿Pero porqué tanta alharaca frente a los nuevos migrantes de este comienzo de siglo? Barajo una sola explicación. La sobre reacción frente a los colombianos, y más específicamente respecto a los afro-colombianos, hunde sus raíces en una mentalidad que nos ha sido impuesta a través del cine y luego de la televisión. Una imagen de los Otros, en este caso de los negros, que lo fija como si fueran una “raza” inferior. La colonización opera a través de la supuesta superioridad de los blancos respecto a lo que no lo somos. Se reduce a los negros a labores manuales y deportivas. Pero también a una especie de fetiche sexual.

Escondemos nuestros problemas como ciudad, tratando como chivo expiatorio a los que nos visitan. Una ciudad más justa e igualitaria, resuelve sus problemas de otro modo. Cruzadas racistas a través de las redes sociales, hablan mal de nosotros.

Los extranjeros (que palabra más fea) no son los causantes de nuestros problemas. Necesitamos una ciudad inclusiva y abierta donde todos tengamos cabida.

Habría que incluir desde la formación prebásica elementos como el respecto a la diversidad. La piel no tiene color. La gran mayoría de los iquiqueños, auto-definidos como blancos, serían segregados en los países occidentales. Hay que asumir que el mestizaje es nuestra piel.

El racismo es violento. Hitler lo demostró. La globalización en que la vivimos, nos exige dotarnos de una mentalidad abierta a la diversidad. Lo otro es encerrarnos y eso es imposible. En Iquique, como ha sido siempre, cabemos todos.

Publicado en La Estrella de Iquique, el 27  de octubre de 2014, página 22