Ha sido una grata sorpresa ver como nuestras viejas y queridas escuelas están siendo hermoseadas. Batallones de pintores, maestros en rigor, han pasado buena parte del verano pintando las fachadas de esos templos sagrados de la ciencia y de la educación, como reza el himno de la Escuela 6. Embellecer esos lugares era lo que faltaba.
Hace falta dignificar la educación pública. A nosotros, los hijos de la escuela fiscal, nos alegra ver como esos litros de pintura de colores alegres, le darán a ese espacio educativo un ambiente más propicio para el proceso de enseñanza y aprendizaje.
Dimas Filgueiras, un escritor que en el año 1888 escribió la historia de los bomberos de Iquique, hace notar como a fines del siglo XIX, la gente en esta ciudad pintaba sus casas de colores alegres. Por eso no nos debe sorprender que nuestros edificios, como el de la Escuela 4, donde alguna vez enseñaron “los chutes” Carrión, Zenteno, el “Chato” Vega y otros, luzcan una nueva cara, un rostro festivo. La educación debe ser una actividad optimista y sus recintos deben transmitir ese estado de ánimo.
Todo lo anterior debe llevarnos a la idea de realizar un proyecto mayor de hermoseamiento de la ciudad. Una estrategia que debe implicar que todos los establecimientos educacionales no sólo deben ser reconocidos, por sus placas, sino que también por sus colores. En síntesis, donde haya colores festivos y vivaces, debemos entender que hay niños y niñas aprendiendo.
El impacto que ha tenido sobre el entorno es evidente. Llama la atención ver la elegancia de la vieja escuela Nº 2. Ahora sólo nos queda esperar que los vecinos sintonicen con la belleza de nuestros colegios fiscales. Y rogarle a quien corresponda que los grafiteros entiendan que esas paredes deben ser respetadas. Habrá que avanzar de afuera hacia adentro. Mejorar los servicios higiénicos, y las canchas entre otras tantas cosas. Tener buenas bibliotecas y laboratorios, sueldos mejores para los profesores, etc.
Con esos colores tan optimista el otoño e invierno local será un poco más llevadero. Insisto no basta con pintar para mejorar los problemas de fondo de la educación pública. Ya lo sabemos hay una gran inequidad entre pobres y ricos. Los primeros como siempre son los más afectados. A esta desigualdad hay que sumarle la escasa integración entre niños pobres y niños ricos. No se conocen entre si. Lo único que saben provienen del prejuicio. Para unos son los flaiter, para otros los cuicos. Pokemones y pelolais. En el fondo, es la adolescencia, en busca de mejores oportunidades, de identidad y de proyectos de vida.
El siguiente paso será tener buenas bibliotecas y laboratorios, buenos servicios higiénicos y sobre todo, un ambiente adecuado de tolerancia, ya sea del profesor al alumno y viceversa. Por ahora caminar por esta calles será un poco más grato. De vez en cuando hermosos colores no recordarán que Iquique es una ciudad alegre.
Publicado en La Estrella de Iquique, el 16 de marzo de 2008