La plurinacionalidad saca del olvido y de la negación a los diversos pueblos que componen la gran familia que se llama Chile. Hoy, para algunos aparece como el cuco que algunos sectores, interesados por cierto, divulgan. Es bueno para el país alimentarse de la diversidad. Además como colectivo somos el producto de esa diversidad. ¿Hay algún chileno puro? Por cierto que no. La plurinacionalidad implica autonomía. Pero no se plantea la independencia de esos territorios.

En los tiermpos que nos toca vivir como país veo con preocupación como el racismo aparece. Por cierto, todos niegan serlo, pero en la práctica lo son. La dupla perfecta es comunismo/indigenismo, fantasmas que recorren las calles de nuestras ciudades. Pensamientos rígidos que sólo buscan llevar agua a sus molinos. Hay un miedo al mundo indígena que nos revela la mentalidad colonizadora que nos han inculcado a través de los “inocentes” libros donde aprendimos a leer. El paisaje era el centro del país. El desierto no acreditaba como tal. En la flora y fauna no estaba ni la yareta ni las alpacas. Urge profundizar la descentralización. Termino con un papelón de la dirigencia chilena  en el mundo del fútbol.

El año 1916, se lleva a cabo la primera Copa América en Uruguay. Chile pierde ante los locales por 4 a 2. La delegación chilena, cautiva de su ignorancia, pide a través de una carta, que el partido se invalide. ¿Las razones? Los locales habrían presentado dos jugadores africanos en su formación. Desconocían que en el Uruguay los afrodescendientes son parte constitutivas de esa nación. De allí sus carnavales, murgas y tambores.

El reclamo se desestimó, Uruguay se consagró campeón de la primera Copa América y uno de los “denunciados”, Gradín, salió goleador y fue elegido la figura del torneo. En la premiación, Delgado le dijo en broma a su compañero Gradín: “Oiga negro, no se me arrime que yo no quiero trato con africanos”. “Oiga negro, no se me arrime que yo no quiero tratos con africanos…”.

Publicado en La Estrella de Iquique el 7 de agosto de 2022, página 11.

Fotografía de un mural de Alto Hospicio