Muchas conclusiones se pueden obtener a raíz de lo acontecido en Alto Hospicio y que tuvo como desenlace el descubrimiento, en un pique de Huantajaya, de los restos de seis mujeres jóvenes. Desde hace un tiempo a esta parte, este asentamiento ha sufrido un proceso de estigmatización que impide valorar las potencialidades que tiene. Y llama la atención que esta actitud de etiquetamiento venga precisamente de parte de sectores que dicen estar comprometidos con su presente y su futuro.
Desde el Estado, pasando por sus organismos policiales, hasta ciertos profesionales insistieron en la tesis del abandono y la prostitución, producto todo, según está “inteligencia” del relajamiento moral con la que se asocia a la pobreza. Según este punto de vista, la pobreza para ello, es más que la económica, y se relaciona con la incapacidad que tendrían los pobres de discernir entre el bien y el mal. Es cierto, hay pobres que roban, pero hay ricos que también lo hacen. Es lo que alguna vez se conoció como el delito de cuello y corbata. La pasta base, por ejemplo, no es monopolio de quienes han sido excluidos del sistema social. Psicópatas también hubo en Viña del Mar, y no eran sujetos que vivían en la pobreza aguda.
La lección más grande que se puede sacar de esta situación, tiene que ver con lo poco que sabemos acerca de la lógica con que el mundo popular se mueve. Criados en el culto a la razón, estamos convencidos que los pobres son, por definición, irracionales. Nos cuesta entender por qué la gran mayoría de la población regional, acuda al santuario de la Virgen del Carmen cada 16 de julio. Para la mentalidad ilustrada, la religión es algo irracional que debe desaparecer. Los pobres, son fantasmas y demonios que molestan en algún lugar de la consciencia; los pobres son como niños chicos que les falta crecer, para así obtener la madurez; los pobres actúan instintivamente, y por lo mismo sus argumentos son poco creíbles; pero, los pobres son también la clientela política que los candidatos -de izquierda o de derecha- necesitan para legitimar sus aspiraciones.
El desenlace fatal de Alto Hospicio, viene a actualizar además las deudas pendientes que la justicia tiene con la sociedad, como por ejemplo, el caso de Ximena Eissmann, Sara Gómez, Luis Andaur y Graciela Monserrat, todos jóvenes asesinados, cuyos autores se pasean libremente por la sociedad.
Queda entonces un sabor amargo, asociado a la falta de eficiencia de aquellos que están mandatados para proveernos de seguridad, y de los otros que tienen la facultad de operar rápidamente para la esclarecer estos horrendos crímenes.
El santuario popular, que sin duda alguna, se levantará en el pique de Huantajaya será quizás el único bálsamo que ayudará a los pobres de Iquique y de Alto Hospicio, a entender por qué tanta desidia de los poderosos hacia los más humildes. Una vez más se demostró que los pobres son honrados.