Pocho se le dice a los Alfonso, un diminutivo que si se transforma en pochito suele ser más cariñoso. Hay otra expresión que se sintetiza en “quedar pochito”, equivalente a estar satisfecho. Lo anterior es consecuencia de una buena comida o de un buen vaso de vino. Hubo varios Pochos en Iquique. Uno de ellos, en la plaza Arica dueño de vehículos, taxis y de todo aquello que la memoria nos permitía alojar.
Esta semana se nos fue Juan Pochito Bonito. Si ya pochito encierra ser agradecido de la vida, lo de bonito, lo culmina. Hombre de pasos mesurados y de hablar pausado. En su juventud fue uno de los pocos iquiqueños que conducía una Gilera, dejando atrás a las Vespa y Lambretta. Hablo de motos y motocicletas. La de él, era de color negra. La fortuna lo acompañó en su vida. Conoció y se casa con una de las mujeres más lindas de Iquique, Gloria Lozán Jiménez, generosa y solidaria como no hay otra. Fue profesor en Chijo, un ayllu de Cariquima donde los viejos lo recordaban, uno de ellos de apellido Esteban. Allí enseñaba no sólo a esos niños sino que también a sus dos hijas pequeñas.
Pero la vida tiene sus paréntesis terribles. Y el vivió y sufrió estos duros años que nos recuerdan con dolor a Pisagua y a ese edificio de dos pisos de madera de la calle Wilson con Aníbal Pinto, la misma donde años atrás naciera Jorge Inostrosa. Nunca nos habló de esos años. Nunca perdió su sentido del humor y menos el del amor.
Escribo todo esto porque Juanito nos ha dejado. Ya no veremos su cejas tupidas y sus ojos claros y esa sonrisa que decía más que mil palabras. En tarde de fiesta en el cumpleaños de su suegra que era mi tía, cantábamos la de Favio: “Otra noche más, tengo que pasar…”. Pero su preferida era “Fuiste mía un verano”.
Los normalistas tienen izada su bandera a media asta. Nosotros tenemos un crespón negro en el corazón. Nos vemos Juan Hernan Osorio Magna, pitcher del Crisol.
Publicado en La Estrella de Iquique el 30 de octubre de 2022, página 11.