Hubo un tiempo que un señor frente al Correo, en un humilde puesto vendía, entre otras cosas, postales de Iquique. Hermosas fotografías de una parte de la ciudad. Cavancha, la Hostería, la plaza Prat con frondosos árboles. Postales a colores que embellecían aún más esta ciudad, de madera y de altura moderada. Era una villa hermosa según Luis González Zenteno.
Las postales siempre han funcionado como un medio para difundir la ciudad. Desde comienzos del siglo XX e incluso antes, se elaboraron estos medios de promoción que en algunos casos iban acompañados de afiches, sobre todo para difundir el salitre. En la calle Baquedano, aun es posible encontrar algunas de oficinas salitreras, de Caleta Buena, de los baños La Serena, o de la Gaviota.
Las redes sociales parecen haber reemplazado la fabricación, compra y envío de postales. Las postales mostradas por esta vía exhiben un Iquique atiborrado de edificios. Para cierto imaginario urbano, esto es señal de progreso, y Miami aparece como referencia. Como respuesta a nuestro complejo miamimesco, en verano, los comerciantes ambulantes se toman el parque y ofrecen de un cuanto hay. El olor de la fritura debe llegar al piso 15 de esos edificios que miran al mar. Paradojas de una ciudad que aun no sabe combinar pasado, presente y futuro. Los barrios populares nunca calificaron para postales, a pesar de la belleza de algunos de ellos, con sus rincones, murales, personajes.
.
Publicado en La Estrella de Iquique el 10 de octubre de 2021, página 11
Todas mis crónicas en www.crear.cl