Desde el año 1969 empecé a construirme mi biblioteca. Cuando conocí la de don Domingo Sacco pensé, en algún día, tener una. Con el gobierno de la Unidad Popular, y gracias a Quimantú, los chilenos tuvimos acceso a los libros a precios razonables. Si los niños y niñas tenían su medio litro de leche, los grandecitos tuvimos en esos libros nuestro propio alimento fundamental. Los mini-libros, Guantes de oro, Los diez días que estremecieron al mundo, La Madre de Gorki, y un largo catálogo que jamás se va a igualar. Teníamos un gobierno que creía en la cultura.
Pero llegaron los milicos.
En muchos patios ardían los conceptos elementales del materialismo histórico, o bien por el desagüe se iba el libro rojo de Mao. El fuego que consumía los libros y que iluminaba la noche anunciaba la llegada de la oscura noche cultural que aun sufrimos.
Iquique, 11 de septiembre de 2019